Fontaines D.C. en Barcelona
12/11/2019, La 2 de Apolo, Barcelona
7,6
Texto Marc García
Fotos Eric Altimis
A lomos de una combinación infalible de rabia, actitud, intuición melódica y capacidad compositiva, Fontaines D. C. comparecían el sábado pasado en La 2 de Apolo para presentar su primer álbum, “Dogrel”, como los penúltimos, jovencísimos representantes de una noble estirpe de grupos neoclásicos (como Arctic Monkeys, sí, pero también The Vaccines o sus contemporáneos IDLES) capaces de devolver frescura y vitalidad a un género, el del rock y sus aledaños, ya no tan joven, en buena medida desalineado de las corrientes renovadoras. Y si el tema de los Beach Boys que sonaba por megafonía para acompañar la entrada de los músicos al escenario lanzaba un guiño tácito al perfil más amable del grupo, en ocasiones inadvertido y quizá no lo bastante subrayado, los golpes que daba con el pie del micro contra el suelo Grian Chatten, el cantante, y su furibunda forma de morderse el labio cuando una botella (por suerte de plástico) impactó contra su cara antes de que hubiera cantado una sola palabra anticiparon, con su insinuación de peligro, el rostro que el grupo decidió mostrar en su encarnación en directo: el más avasallador y rugoso, tronante; punk tabernario impulsado por un sonido sucio, hipermusculado y empapado de saturación (con una dosis, a decir verdad, quizá no del todo deliberada de acoples), que para bien y para mal uniformizaba los arreglos y amalgamaba a la banda en un muro sin fisuras, sin lugar para individualidades pero capaz de proporcionar espacio para los inquietos merodeos de Chatten, entre Ian Curtis, un Jason Williamson menos autoagresivo y, quizá inesperadamente, los manierismos posturales de un Liam Gallagher: espacio para que en la tormentosa “Too Real” se lanzase desbocado sobre el micrófono y, con un alarido como un disparo de salida, hiciera desbordar la tensión del preludio, o para que en “Big”, final con honores de himno, vociferase épico mientras se abalanzaba sobre el borde del escenario.
Y para que la imagen proyectada fuera nítida, y a pesar de que con ello su concierto no llegara a alcanzar la hora de duración, el grupo sacrificó voces discordantes: se quedaron en el tintero baladas acústicas inequívocamente irish (esa tan visiblemente The Pogues “Dublin City Sky”) y medios tiempos de contornos brumosos (“The Lotts”), incluso aunque el par de canciones inéditas que presentaron (“Lucid Dream” y “Televised Mind”) parecieran apuntar, con sus remansos de tensión antes del estallido final y sus bajos en primera línea, hacia una intensificación de sus coordenadas más atmosféricas y enrarecidas: las de raigambre pospunk, esto es, como de raigambre punk (del punk de los Clash de “London Calling”, concretamente) es el riff punzante y repetitivo de “Sha Sha Sha”, que, alineado junto a otros de la noche (“Chequeless Reckless”), certifica la apuesta del grupo por seguir confiando en la fiabilidad de las armas habituales siempre que estén bien engrasadas: el rasguido de guitarras como sierras que replica al grito del estribillo en “Too Real”, por ejemplo, el desenmascaramiento de la voz a la altura del segundo verso de “Roy’s Tune” o la progresiva adición de elementos y el crescendo de volúmenes e intensidades al principio de la cerveceramente coreable “Liberty Belle”. Con todo ello, en su primera visita a Barcelona Fontaines D. C. rubricaron un concierto lacónico, frontal y saludablemente asilvestrado, cuyos perceptibles bordes mellados (cierta falta de agilidad en las transiciones, de definición en el sonido, de inventiva en las versiones y de generosidad en el espectáculo) no empañaron la certeza de hallarnos ante un grupo seguro de su filiación, sobrado de oficio y pletórico de energía, con la impagable e intransferible capacidad, no tan frecuente como parece, de crear canciones perdurables.

Marc García
Marc García (Barcelona, 1986). Licenciado en Humanidades (UPF) y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (UB). Ha colaborado en medios como Quimera, Qué Leer, numerocero, Revista de Letras, Hermano Cerdo, The Barcelona Review o Panfleto Calidoscopio. Trabaja como editor de mesa, y es también corrector, redactor, traductor y lector editorial.