Elvis Costello & The Imposters en Festival Pedralbes

20/06/2018, Jardins de Pedralbes, Barcelona

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Sergi Bertran

Fotos Eric Altimis

A veces un entorno muy concreto puede llegar a condicionar un espectáculo, y cuando se trata de un artista como Costello, ecléctico por definición, a veces puede resultar contraproducente. Pues cuando te encuentras en un espacio como els Jardins de Pedralbes, donde cada asistente tiene su asiento según la cantidad de dinero que haya pagado, no hay telonero,  la hora de comienzo del espectáculo se señala puntillosamente por megafonía y el personal encargado de seguridad te llama la atención por levantarte y aplaudir pues eso hace que no quede mucho espacio para la química. O quizás necesitas ser un verdadero galáctico, un virtuoso completo. Alguien realmente fuera de serie para poder romper esas barreras y ofrecer un espectáculo satisfactorio.

Así pues, resignado por los condicionantes me dispuse a permanecer sentado y dejarme deleitar. El concierto arrancó con un par de temas de la mitad de su carrera, “Wonder Woman” y “Girls Talk” seguido de la celebrada “King Horse” de su “Get Happy!”. La actitud estaba ahí pero sónicamente no cuajaba. Sonó sorprendentemente bien el sintetizador de “Green Shirt”. Cayeron los míticos pseudo reggaes “(I Don’t Wanna Go To) Chelsea” y “Watching The Detectives” para acabar junto algún número más con una animada “Pump It Up”.

Para el segundo tiempo, Costello nos reservó su faceta más crooner, cantando una íntima versión de “Allison” con sus dos coristas, una nostálgica versión de “Accidents Will Happen” con el teclista de sus Attractions, Steve Nieve, y, poco a poco, fue incorporando al resto de los Imposters para un final con “Every Day I Write The Book”, “This Year’s Girl” y “(What’s so funny about) Peace Love and Understanding”, que despertó la rebeldía de los asistentes haciendo que se acercaran al escenario como si de un concierto de rock se tratase. Y es que quizás el señor Costello sigue siendo al fin y al cabo un viejo rockero, de los que se alimentan de un mínimo de adrenalina y del calor de una sala. Y la suave brisa veraniega en enclaves de ensueño no es su hábitat óptimo.