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The Knick 01x06

Start Calling Me Dad

8,4

 

Rodolfo Santullo

 

Sólo cabe definirla de una manera: notable. Disculpen que me repita, pero habiendo ya incorporado “The Knick” a mi top-5 de series del año, no puedo dejar de decirlo: ¡qué buena que es! Es buena más allá de contar con un excelso guión, la mejor dirección que se encuentra hoy día en la pantalla chica (y la pelea a la grande) y un reparto donde no falla nadie, por grande, mediano o pequeño que sea su rol. Es buena por generar lo que genera. Es buena por generar emoción.

 

Es imposible no dejarse llevar por el vértigo. Vértigo que envuelve, impulsa y lleva de cabeza al Dr. John Tackery –un vértigo que viene también alimentado por drogas varias– a la hora de lograr solucionar de una vez por todas las intervenciones de placenta previa. Lograr hacer una cesárea, vamos. Una intervención que ya se ha cobrado las vidas de docena larga de pacientes embarazadas en sus manos –y las de nuestro querido doctor Christiansen–, y que en nuestros días es de lo más común. Vértigo divertido cuando llega Bertie y es mediante el uso de prostitutas chinas que hacen el experimento. Vértigo dramático luego, cuando la cosa se torna real y hay una nueva embarazada en la mesa de quirófano. Vértigo al que asistimos como espectadores, al ver el progreso del hombre, al verlo lograr algo que va a cambiar –para siempre– la manera que el ser humano vive.

 

Es “The Knick” entonces una serie que, más allá de su tono grim & gritty, de ser casi dickensiana por mostrar las horribles condiciones de vida en esa Nueva York del 1900, es profundamente iluminista. El hombre no sólo es lobo del hombre. Es también progreso. Es también esperanza. Es también luz al final del túnel. ¿Y cómo no emocionarse con esa visión tan optimista, en definitiva? ¿Cómo no emocionarse cuando se ve cómo el hombre logra lo impensable, supera a la muerte misma y consigue por derecho propio ser el ser más evolucionado del planeta? ¿Cómo no emocionarse al ver al ser humano lograr tanto?

 

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Y, no contento con lograr todo esto, este sexto episodio también avanza con sus otras tramas. Cornelia y Speight logran solucionar de manera contundente la plaga de fiebre tifoidea –y, en un giro que a mí en lo personal me encanta, vinculan la ficción con personajes reales históricos– y Speight muestra ser un personaje muy redondo, un tipo capaz en lo suyo, más allá de ser un desagradable de campeonato. Edwards continúa a mitad de camino también, en la balanza moral. Logra sumar gente importante a su causa –no desvelaremos quién aquí– pero sigue agarrándose a piñas en las noches. ¿La violencia será su escape, como son las drogas para Thackery? El triángulo amoroso tiene ahora su evolución por el lado de Bertie y la enfermera Elkins (desde ya te digo, Bertie: vas muerto), Gallinger te parte el alma, Barrow está vez casi ni aparece y tenemos nuestra dosis de la pareja perfecta: la monja Harriet y el camillero Cleary en un muy lindo diálogo.

 

Nota al margen: Clive Owen. Qué contento me pone ver que un actor de su fuste consigue y aprovecha un papel tan rico como es Thackery. Uno piensa en actores contemporáneos que también tambalearon –Gerard Butler o Aaron Eckhart, por decir dos– y cómo cayeron a un pozo espantoso de películas horribles. Y Owen acá se está labrando un lugar propio e inolvidable.

 

Pasando el meridiano de su primera temporada, “The Knick” ya es una de esas series imprescindibles. No del año. Imprescindible a secas.

 

Lo mejor: Thackery, Chickering y las putas chinas.

Lo peor: Nada, herejes.

 

Rodolfo Santullo

Rodolfo Santullo (Mexico D.F., 1979) es periodista, escritor, guionista y editor de historietas al frente de Grupo Belerofonte. Ha publicado novelas, cuentos e historietas en Uruguay, Argentina, Ecuador, Alemania, España, Chile, Gran Bretaña, Perú, Italia y Chipre. Actualmente prepara su debut como guionista de cine con la película "La teoría de los vidrios rotos".

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