True Detective 01x06
"Haunted Houses”
8,6
“Casas encantadas”. A bote pronto, el título parecía anticipar una continuidad respecto a la secuencia que cerró el anterior episodio, la visita de Cohle a la escuela abandonada en la que halló tres murales angélicos y una colección de artefactos de madera con la firma del asesino. Pero no: fuera por la resolución en falso del caso, fuera porque el crimen es una tempestad cuya resaca tarda mucho tiempo en desvanecerse, o fuera en definitiva por el encuentro entre ambas circunstancias, lo cierto es que las casas encantadas fueron las existencias de todos aquellos que de algún modo u otro se vieron manchados por los sucesos de 1995. Siete años más tarde, el reverendo de 1x03 se revela como un alcohólico que ha perdido la fe, la niña rescatada en la granja de Reggie Ledoux es una adolescente catatónica recluida en una institución psiquiátrica, Cohle discurre entre la investigación obsesiva y un nihilismo ajeno ya a toda contención (véase el quinto bonus track, al pie de estas líneas), mientras que, con toda la ironía del mundo, el único personaje que parece haber enderezado su vida, la Lolita del burdel de carretera en 1x02, regresa para dar la puntilla al matrimonio de Hart.
Tras el cierre de la entrevista en tiempo presente con Cohle, mientras nos aproximamos también al fin de la de Hart, los investigadores han convocado a Maggie, que tarda poco en confirmarse como exesposa del segundo y apenas algo más en mentirles. Y es que, tras descubrir esa nueva infidelidad, su forma de romper la relación con una venganza que Hart “no pueda perdonar” representa, tal y como anticipamos hace varios análisis (medalla al canto), la gota que hace rebasar el vaso en el siempre tirante trato que unió a ambos detectives. Como si sus respectivas inercias no los hubieran separado ya lo suficiente: mientras Cohle reseguía la costa de Louisiana entrevistándose con los familiares de niños y mujeres desaparecidas (más casas encantadas, los escenarios de cada charla y sus ocupantes, incapaces de escapar a los fantasmas de sus seres queridos), Hart se descubría comprando tampones y al par de horas estaba ya follándose a una veinteañera, dispuesto además a tirar de cinismo para salvaguardar una estabilidad familiar que no hacía más que escapársele entre los dedos camino del vacío definitivo.
Durante uno de los diversos enfrentamientos que a lo largo de esta hora mantienen, Cohle le espeta a Hart: “Without me there is no you”. Y por una vez se equivoca o, cuando menos, se le olvida tener en cuenta la fórmula inversa: “Without you there is no me”. Porque, en el momento en que Hart deja de complementarle, en el momento en que le retira su apoyo ante el nuevo jefe de departamento (cargo donde Paul Ben-Victor ha tomado el relevo de Kevin Dunn), Cohle se va a ver suspendido de empleo y sueldo, primero, y, a continuación, abocado a dimitir. Con ello, hemos descubierto ya el grueso de los sucesos de 2002, los motivos del exilio policial que le han llevado a convertirse en sospechoso del mismo caso que ha seguido investigando y, sobre todo, la causa última que ha hecho de ese asunto algo tan personal para él: ¿qué puede tocar más la moral de un ateo practicante que una serie de crímenes de contenido religioso y tan aparentemente ligados a una institución eclesiástica? Pero, para encontrarle solución, por fin es consciente de que debe contar con Hart, tal y como sugiere la secuencia final. A la vez, este no las tiene todas consigo, y decide acudir a tomarse la cerveza pactada armado con un revólver. “True Detective” ha desembocado con todas las de la ley en el presente. Ha pasado el tiempo de las entrevistas, ha pasado seguramente el tiempo de los flashbacks, nos adentramos en territorio desconocido. Y no cabe descartar que esta serie de notable alto, dueña de fases sencillamente excelentes, acabe de dispararse. Lo mismo que nuestra ansiedad, vamos.
Bonus tracks:
* Hart, dando miedo a los tres minutos y medio de capítulo, títulos incluidos: “Man’s game charges a man’s prize. Take that away from this if nothing else”. Porque, en esta serie, cualquier aprendizaje va a doler. Y va a doler mucho.
* Y esa camiseta de Pantera…
* El exreverendo: “All my life I wanted to be nearer to God. But the only nearness… silence”. Como si Cohle necesitara escuchar estas cosas.
* Entre el 2x04 de “Banshee” y este episodio, Lili Simmons se halla abonada a la postura de la cowgirl en sus escenas de sexo. Claro que también parece ser la posición favorita de Hart, en cuanto es la que menos trabajo requiere por su parte.
* Cohle ante la matricida Charmaine Boudreaux: “If you get the opportunity, you should kill yourself”. Frase que, teniendo en cuenta el carácter confesional de la secuencia, actúa como un “ego te absolvo” perversamente invertido.
* Lo conocíamos principalmente como “The Yellow King”, pero la pequeña Kelly Rita contribuyó a su leyenda negra con una sola frase susurrada (“The man with the scars was the worst”) y una histérica reacción al recuerdo de su rostro. Tengan miedo, mucho miedo.

Milo J. Krmpotic’
Milo J. Krmpotic’ debe su apellido a una herencia croata, lo más parecido en términos eslavos a una tortura china. Nacido en Barcelona en 1974, ha publicado contra todo pronóstico las novelas “Sorbed mi sexo” (Caballo de Troya, 2005), “Las tres balas de Boris Bardin” (Caballo de Troya, 2010), “Historia de una gárgola” (Seix Barral, 2012) y "El murmullo" (Pez de Plata, 2014), y es autor de otras tres obras juveniles. Fue redactor jefe de la revista Qué Leer entre 2008 y 2015, y ejerce ahora como subdirector del portal Librújula. Su firma ha aparecido también en medios como Diari Avui, Fotogramas, Go Mag, EnBarcelona, las secciones literarias del Anuari de Enciclopèdia Catalana…