Cass McCombs en Barcelona
La Nau, Barcelona, 11/11/2019
8,3
Texto Marc García
Fotos Javier Burgueño
Si “Mangy Love” era, según admitía Cass McCombs en una entrevista reciente, su disco más pensado, ejemplo de un mayor redondeo melódico que para nada redundaba en adocenamiento, “Tip of the Sphere” devuelve a su autor a sus parámetros habituales: un estimulante y heterogéneo melting pot de géneros norteamericanos servido en un estilo de serena intensidad, con querencia por los medios tiempos misteriosamente desdibujados. El lunes lo presentó en La Nau a lomos de una voz plácida, con incursiones frecuentes en un registro cercano a lo conversacional (en el retrovisor, Lou Reed y su fraseo, pero también sus riffs rugosos y primitivos, insistentes y esqueléticos: véase “I Cannot Lie”, de aromas a lo “I’m Waiting for My Man”), pero que no desdeñaba el énfasis (en el arranque con una “I Followed the River South to What” particularmente tronante, empujada por la línea de bajo y los coros) ni las alturas (el falsete casi descoyuntado de la country & western “Full Moon”).
En La Nau un McCombs de ánimo afable comandó una banda más compacta que en su anterior visita a Barcelona. Esta vez sus excursos instrumentales se reducían sobre todo a sus riffs, recurrentes e hipnóticos (como el del quasi hit “Bum Bum Bum”, rodeado de sabrosos licks), y sobre todo a sus solos, por otra parte de digitación queridamente menos limpia que en pases previos, y con el concurso habitual del wah wah: en la muy prolongada coda final de “Medusa’s Outhouse”, por ejemplo, adoptaron acentos planeadores, casi se diría que pinkfloydianos, para cerrar con brochazos de ruidismo en un juego de ritmos con el batería.
En el concierto hubo blues, en el robusto minimalismo de “Big Wheel”, con protagonismo de la sección rítmica y final bombástico; hubo roots rock elemental en “The Great Pixley Train Robbery”, y gentileza acústica en “Real Life”, envuelta en los aires ensoñadores del acordeón y rubricada por un saltarín interludio guitarrístico repleto de armónicos centelleantes. Hubo, también, ecos spoken word en una “American Canyon Sutra” construida sobre el tapiz entretejido de la batería y la caja de ritmos, y en “Rounder” hubo un epílogo espacial, hecho de psicodelia sixties, que no sonó tan lejos de unos Doors. Con su diálogo entre los arpegios de la guitarra y el teclado, por su parte, “Laughter is the Best Medicine” abrevó en terrenos de jazz relajado que a la altura del estribillo casi parecían asomarse al reggae blanco de los Police más confortables; fue la antepenúltima parada antes de que la hermosísima miniatura “Tying Up Loose Ends” (con su celestial aire de cierre potenciado en una versión más circular y menos merodeadora que la original) y el crescendo y el estallido de tensión que enmarcaron la bienhumorada y pop “Sleeping Volcanoes” nos llevaran hasta los bises: una “Confidence Man” de jazz de cine negro, pespunteada de notas de piano llovido, y la encantadora y animosa “Brighter!”, tan coreable, siempre capaz de responder a la exhortación de su título y portadora de una energía inocente que comparte ADN con la de “Satellite of Love”. Optando (de forma atractivamente paradójica) por unos modos más contenidos para recuperar su perfil más inquieto y abarcador, Cass McCombs demostró haber conquistado una parcela de solidez irrenunciable que le permite, como hizo el lunes en La Nau, seguir dando lecciones de una maestría tan discreta como sostenida.

Marc García
Marc García (Barcelona, 1986). Licenciado en Humanidades (UPF) y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (UB). Ha colaborado en medios como Quimera, Qué Leer, numerocero, Revista de Letras, Hermano Cerdo, The Barcelona Review o Panfleto Calidoscopio. Trabaja como editor de mesa, y es también corrector, redactor, traductor y lector editorial.