Festival Internacional de Benicàssim FIB 2018
19-22/07/2018, Recinto festival, Benicàssim
Javier M. Carpi
Fotos Organización
El fib 2018 será recordado como una edición de transición, a la espera de la celebración el próximo año de los 25 años de festival. Si bien un evento como este siempre encierra mil y un momentos memorables, la escasez de cabezas de cartel rotundos (o más bien de cabezas de cartel rotundos en momento álgido de su carrera) hizo del de este año un cartel menos atractivo a priori que en años previos. Por lo demás, mantenimiento de las estadísticas y números finales (unos 40.000 asistentes/día; 55% extranjeros) y una nueva faceta del festival como altavoz de concienciación entre los asistentes con un mensaje claro para favorecer la convivencia entre fibers: respeto a la diversidad y celebración conjunta de lo que une más que separa, la pasión por la música.
JUEVES 19 DE JULIO
Caroline Rose y su pop saltarín fue la encargada de abrir el escenario Las Palmeras antes de que pararan allí Nothing But Thieves con sus excesos épicos y tormentosos. The Magic Gang tuvieron algún problema con el sonido que lastró su set, pero eso no les impidió desplegar sus melodías vocales inspiradas y luminosas. Polock se mostraron maduros y compactos, si bien sus letras poco elaboradas (esa manía de seguir en inglés...) limitan sus logros. Her’s (o dos hombres a un laptop pegados) abrazaron la ensoñación, el tropicalismo y el easy listening a unas horas en las que la mayor parte de la gente se estaba ya decantando entre el dreampop evocador de Terry vs Tori o el torbellino iconoclasta y emocionante de Tune-Yards (Merril Garbus, esa pedazo de hipnotista).
Los colombianos Meridian Brothers fueron sin duda una de las sorpresas del día, con sus sonidos tradicionales tamizados por un espectro colorista de psicodelia estratosférica y retrofuturista. Tremenda su versión “Niebla morada” de Hendrix a ritmo reggaetón.
Los Everything Everything exponen su pop poliédrico tan de actualidad en estos días (melodías pop, efectos y ritmos bailables, un poquito de ritmos africanizantes, modulación vocal al límite...) pero resulta que sus aristas tiene bordes romos y poco afilados, lo que difícilmente los hará destacar entre tantos otros compañeros de generación.
Los bilbaínos Vulk mostraron la consistencia de su propuesta; post-punk de gorra calada y espasmos de ecos motorik. Diversas diferencias (cronológicas, vivenciales, de estilo) distancian al que esto escribe de propuestas urban (manda narices con el término, como si el resto de grupos o solistas vivieran en la Garrotxa o en el Ampurdán) como las que coparon el escenario estrella en este día, pero eso no es óbice para reconocer la eficacia en escena de J Hus y del maestro de ceremonias Travis Scott (el rey del auto-tune).
Ambos conectaron con toda una generación de fibers expectantes. Expectantes y predominantemente anglosajones, pues a la hora en que el norteamericano se metía a los suyos en el bolsillo, los indies patrios (o buena parte de ellos) se concentraban en el escenario en el que Izal celebraban su bautismo de fuego en el festival independiente por excelencia. “Se nos ha hecho tarde” comentaban haciendo referencia a su ausencia en ediciones previas. Como representantes del indiestream nacional, su presencia en el FIB parecía más que justificada. “Y le tenemos muchas ganas”. Pues a eso se pusieron, desarrollando un show rotundo e impecable de comunión artista-público.
Los mancunianos Pale Wave emergieron como quien no quiere la cosa para redondear un concierto arrebatador y estimulante. Bonito show. Los norirlandeses Two Door Cinema Club supieron hacer bailar con su pop milimetrado a golpe de hit, en su vuelta al festival. Solventes como en ocasiones previas, dejaron ganas de más.
Ahora bien, los que dejaron ganas de muuucho más fueron los Carolina Durante, que a esas horas lo petaban en el escenario VW Driving Music Fib Club. Como unos Nikis redivivos, el cuarteto madrileño ha conseguido en pocos meses la fidelidad de un público que se entrega con pasión. Divertidos, irrespetuosos y ácidos, su punk-pop de ráfagas inmediatas contagia desde el minuto cero. Y, como era de esperar Odriozola, al final, fichó por el Real Madrid.
VIERNES 20 DE JULIO
Anna Calvi y Joana Serrat and the Great Canyoners coincidieron en sendos escenarios a primera hora de la jornada. La británica con su sentimentalismo crudo y cortante y la catalana con sus postales pausadas de ecos americana (ese pedazo de pedal steel...) Buena forma de empezar el día. Los guipuzcoanos Rural Zombies circulan entre la densidad estética y la ligereza dance, construyendo canciones contagiosas de estribillo fácil.
Los Catfish and the Bottlemen nacieron al hype como una especie de nuevos Libertines (esa manía de la prensa british de ir buscando siempre sustitutos naturales...) y se quedaron en una de tantas bandas sin mayor pretensión que hacer su pop de guitarras inspirado y de fácil quedada. Ahí están, difícil que lleguen a hacer el upgrade, pero lo bastante resultones como para seguir estando presentes.
Miren Iza (aka Tulsa) con su banda de pitilleros (estética obliga) lograron la conexión emocional en el discurso sentido y directo. Inspirados, como es habitual en ellos. Los pontevedreses Cuchillo de Fuego (‘Pontevedra, una ciudad imposible de odiar, a la que hay que amar. Veníos a Pontevedra!’) desparraman su punk-pop caótico y surrealista y se quedan con el personal. Tremendos ellos y sus mensajes (“si es de noche, ¿que haces con gafas de sol?”, pues eso).
Junto con los valencianos La Plata y su pop espitoso sin freno y los murcianos Perro y su apisonadora sonora demencial, de lo más fresco y vibrante en cuanto a apuestas nacionales del día. A propósito, genial el fondo de escenario de estos últimos: “Murcia es Africa”.
Prácticamente a la misma hora coincidían dos formas de expresión de la rabia british; por un lado el angst-pop acelerado tardo-adolescente de The Vaccines y por otro la rabia vitriólica e irreverente a lo working-class style de los Sleaford Mods. Los primeros tienen ganado desde hace tiempo un puesto de honor en todo fib (su facilidad a la hora de construir pequeños himnos directos y contagiosos es apabullante) y el dúo de Nottingham son caso aparte. Partiendo de una coartada estética con regusto a realismo sucio y chungo (el laptop sobre un cofre de transporte patas arriba, Fearn demacrado cerveza en ristre y sus sonrisas de stoned, los escupitajos –literales- de un Willamson espasmódico y soez...), la rotundidad de sus puñetazos sonoros quita el hipo. ¿Se puede decir más con menos? Probablemente, pero no de forma más efectiva. Ahora bien, lo que está claro es que a ninguno de los dos conviene sentarlos a la mesa en una celebración familiar. Sería tan mala idea como presentar a tus padres a a Spud (“Trainspotting”) a la hora del desayuno...
The Killers eran sin duda los más esperados del día (y para muchos probablemente de todo el festival). Y no defraudaron a su público; con un despliegue escénico apabullante y Brandon Flowers ejerciendo de encantador de masas (sonrisa blanqueada, impoluto en su traje de lamé dorado y lentejuelas.... el yerno ideal, vamos, algo así como el Pedro Sánchez o el Pablo Casado del pop...), sonaron brillantes y exquisitos. Reservando además algunos de sus más rotundos hits (Human y Mr. Brightside) para despedir el concierto, la cosa acabó en apoteosis final. Otro nuevo éxito de los de Las Vegas en Benicàssim.
The Charlatans, supervivientes del primer FIB en aquel lejano 1995, disfrutaron e hicieron disfrutar en un concierto para fieles e incondicionales, mezclando algunos temas nuevos con muchos de sus inevitables éxitos pasados. Tim Burgess (haciendo fotos, mandando tweets en escena y enviando besos al público) y compañía mantienen el estilo y la magia de aquellos años de luz y colorido pop.
The Snuts, jovencito cuarteto escocés, recuerdan a The View hace unos diez años; si evolucionan favorablemente nos los volveremos a encontrar por aquí. Y para terminar el día, ahí estaba C Tangana, el rapero nacional mejor situado, que se entregó en un set en el que no faltó de (casi) nada: proyecciones, llamaradas, bailarines, bailarinas, conexión con el público, entre cariño y provocaciones (‘muchas gracias cabrones!’)... Todo un espectáculo que logró congregar a una parroquia importante.
SÁBADO 21 DE JULIO
Los barceloneses Holy Bouncer y su neo-psicodelia fueron caldeando el ambiente en el escenario grande para los más madrugadores, y qué mejor promoción puede uno hacer que lanzar sus vinilos al público. El trío asentado en Madrid Fario condensó sus creaciones en media hora intensa y emotiva. A ratos más acariciantes a ratos más nerviosas, sus canciones se definen muy bien por el sonido de timbal + tambourine, lo que le da un no-se-qué a su sonido que los emparenta con la Velvet pero también con The Primitives. Los Punsetes, basan su éxito en lo directo de sus temas, su irreverencia y su falta de complejos para defender un discurso política y divertidamente incorrecto (mierda, violencia, de género, maricas...) La ironía puede llegar a ser la forma más afilada de crítica. Todo eso y la actitud hierática de Ariadna, claro.
Los madrileños Toundra han adquirido la madurez suficiente para poder ofrecer sus instrumentales densos, de crudeza saturada y oscilaciones catárticas en un recital impecable y sin fisuras. Si piensas en la senda que dirige hacia Mogwai, es que les has cogido el punto.
The Kooks son otro de esos grupos de la segunda división inglesa sin grandes logros pero también sin grandes pecados. Tenían alguna canción digna de reseña, pero eso era cuando los oíamos... Había expectación por ver como trasladaban al directo festivalero los neoyorquinos BODEGA su impresionante disco de debut (vete haciéndole un hueco en las listas de lo mejor del año; esto es madrugar casi tanto como lo de la lotería de Navidad...). Y lo que pudimos ver no desmerece nada lo ya conocido. Post-punk rabioso y peleón, el quinteto hace gala además de una entrega absoluta, convirtiendo el concierto en una experiencia vibrante y sin respiro. Darán mucho que hablar.
Es llamativo el trayecto que en pocos años han hecho The Horrors. De grupo casi casi de caricatura en su psycho-goth de serie B a una de las bandas con más recursos estilísticos y más capacidad de definición. Concierto redondo que acabaron además a lo grande con lo más parecido a un hit de baile de su repertorio (“Something to remeber me by”).
Los Pet Shop Boys tienen la mochila tan cargada que podrían hacer una y otra vez el show de pop total sin despeinarse. Difícil no sentirse cómodo con ellos si llevan más de 30 años acompañándonos con sus canciones. Pero claro, eso desde un punto de vista de veterano con canas y presbicia, a los cachorros más jóvenes del FIB eso les queda demasiado lejos, por lo que o preparas un set rotundo de hits que caen por su propio peso o sino el concierto se puede hacer un poco pesado, como así sucedió en buena parte del tramo medio (ni “West end girls” pudo levantar la cosa...) Menos mal que en el tramo final (a caballo de “It’s a sin”) logró enderezarse.
Lo de Belle and Sebastian fue, como siempre, una delicia. Catorce años llevaban sin aparecer por el FIB (¿de verdad hace tanto tiempo?), pero mil veces que vengan, mil veces que harán disfrutar y contagiarán su vitalidad y su luminosa forma de hacer música. Comunicativos, bailongos, emocionales, cercanos... Stuart Murdoch y su camiseta de One hit wonder acabó la fiesta contándonos cómo conoció a su mujer en Benicàssim y subiendo a un amplio número de fans al escenario. Difícil cansarse de ellos.
Y casi para acabar el día, antes de que Chase and Status pusieran la fiesta patas arriba, dos propuestas bien diferentes pero paralelas en su finalidad de hacer bailar; los madrileños Rusos Blancos y sus amores que son guerras y sus camas que son trincheras (emo-pop electromodulado) y Metronomy y su ebullición sonora multifacética y polirítmica.
DOMINGO 22 DE JULIO
Los Yawners exprimen el formato guitarra-batería y lo hacen en forma de contagiosas sacudidas crudas y afiladas. Los irlandeses Hudson Taylor ofrecieron su agradable folk-pop sin pretensiones al caer la tarde, mientras los mexicanos Zoé sacaron brillo a su rock cósmico y contenido. Es de agradecer que el fib se vaya abriendo a propuestas latinoamericanas que pueden encajar perfectamente en el discurso de un festival como este.
Lo de King Khan and The Shrines es de traca; un frontman canadiense de ascendencia hindú liderando de manera descacharrantemente hipersexual una banda con base en Berlín de rythm and blues y garage desfasado... Suena raro, raro, (y de parodia) pero la verdad es que en escena montan un show divertido y musicalmente rotundo. Además la casualidad hizo que a la misma hora los Madness reverdecieran la otra gran influencia negra de la música pop británica: el rock steady, el ska y sus derivados. ¿Qué se les puede pedir a Suggs y compañía en el año 2018? Pues que hagan bailar y bailar y bailar al personal. Y ese objetivo lo suelen alcanzar con creces. British classics.
Wolf Alice desplegaron de manera efectista su rock expansivo y poderoso. Sus canciones espinosas contienen varias vidas dentro de ellas, lo que convierte sus shows en vaivenes emocionales de alto voltaje. No en vano dicen que tienen uno de los mejores directos entre los de su generación...
Bastille afrontaron un reto (escenario grande y horario de stars) que a juicio de este plumilla se les queda grande. Poca chicha en forma de canciones fáciles y predecibles. Soporífero pop de altas miras y poco fundamento. El trío de Brighton Our Girl aportaron el sabor más naïf de pop de pulsiones adolescentes e inmediatez rabiosa. Encantadores.
Los neoyorquinos Parquet Courts siguen siendo aquellos cafres desnortados y alocados, pero en su madurez logran incorporar matices enriquecedores, lo que a la vez abre el espectro de sus expectativas. Esencia lo-fi, sí, pero también ahí está la huella de Sonic Youth, de Television o incluso de !!!
Liam Gallagher repitió honores con solo un año de diferencia; de presentación de un álbum aún inédito a celebración a lo grande como cabeza de cartel. Lo de si “As you were” justifica tal ascensión podría ser discutible, pero lo que está claro es que sus antecedentes Oasis pesan mucho en la decisión, por lo que es difícil resistirse a la tentación de explotar el pasado... Al final, desigual reparto; nueve temas de Oasis versus 6 de su trabajo en solitario (los resultados mandan). Pero si bien lo tenía (lo tiene casi siempre) todo para triunfar, el Liam Gallagher que pasó por este FIB parecía poco motivado; altivo y desafiante como siempre, eso sí (poner de entrada a tu concierto “I am the resurrection” y empezarlo con “Rock and roll star” constituye toda una declaración de intenciones), pero cumpliendo de manera justita con el compromiso. Los fans probablemente esperaban más de rkid...
La relación que los Dorian tienen con el FIB es especial. Los fibers los adoran y eso se nota cada vez que los de Barcelona se acercan por aquí. Entrega y pasión marcan la respuesta de un público que responde como nadie a su llamada. Debe de ser emocionante para Marc y compañía, aunque totalmente merecido. Dos de las propuestas capitalinas más interesantes del garage desmelenado (Los Nastys y The Parrots) se dieron el testigo a altas horas de la noche, logrando mantener encendida la mecha del rock desaforado entre sus seguidores.
Los londinenses Shame, programados inicialmente para media tarde, vieron cambiada su actuación de hora y de escenario, lo que no fue óbice para que dieran uno de los conciertos más apabullantes del festival. Llama la atención la consistencia y la fuerza del joven quinteto con solo un disco en el mercado (vaya disco, todo sea dicho). Post-punk incisivo y férreo, actitud demoledora y entrega total (Charlie Steen hasta se arriesgó a hacer stage-diving). Un concierto de los que te dejan exhausto. Aunque el más damnificado por el cambio de horario fue DJ Rojiblanco, que se las vió y deseó para lograr congregar al público a horas tan intempestivas... Menos mal que los Justice (como no podría ser de otra forma) lograron re-imponer la ídem para cerrar de manera triunfal el festival. Nos vemos en las bodas de plata, FIB.

Redacción
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