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Festival Internacional de Benicàssim FIB 2016

14-17/07/2014, Recinto festival, Benicàssim

 

Texto Javier M. Carpi y Virginia Arroyo

Fotos Pau Bellido, Jota Martínez y Adrian Morote (Organización)

 

JUEVES

21h del jueves 14 de julio. Llegada al FIB. El autocar nos deja en un descampado desde el que hordas de adolescentes británicos sedientos de cerveza y desparrame peregrinan hacia la entrada del recinto. Los locales, en aplastada minoría, como es de esperar en un jueves de julio, coreamos “Bombay” de El Guincho, que nos atrae al escenario principal, donde Pablo remata con “Mis hits” y “Pegada al White” un austero pero efectivo show de presentación de “Hiperasia”, que tendría su continuidad un par de horas más tarde en el escenario Radio 3 con el tropicalismo colorido de Extraperlo.

 

Sería en el escenario principal, Las Palmas, a las 22h, donde Soulwax entregarían un potente live que el público más allá de las 10 primeras filas recibiría con exasperante indiferencia. Los hermanos Dewaele, emanando el nivel de energía al que nos tienen acostumbrados, se entregaron al máximo ante un público que sólo les recompensó en “E-talking” y “NY excuse”.

 

 

Más tarde, los 40 minutos de Skepta se hicieron brevísimos. Los bajos gordísimos, la Union Jack ondeando ante el éxtasis del público de las islas y Joseph Junior Adenuga vomitando bilis en sus versos acerca de las redes sociales y los males endémicos de la sociedad millenial, mientras, paradójicamente, el jovencísimo público se afanaba a subir vídeos suyos a Twitter y Snapchat. “Konnichiwa”, “Shutdown” o “It ain’t safe” fueron algunas de las perlas con las que este tótem del grime precalentó a las masas para el que prometía ser el concierto de la jornada.

 

Y así, aparecieron Diplo, Walshy Fire y Jillionaire dispuestos a dar una clase de aeróbic de hora y cuarto. No me malinterpreten: el concierto de Major Lazer fue extremadamente disfrutable, tanto en lo sonoro como en lo visual, pero una no puede quitarse la sensación de haber estado más en una verbena con mucho presupuesto que en el directo del cabeza de cartel de uno de los festivales más importantes de nuestro país. Quizá algún colaborador más conocido, quizá una puesta en escena algo menos facilona, quizá un público menos hooligan, quizá haber dejado sonar alguna canción más de 60 segundos… Seguramente muchas cosas podrían haberle dado empaque a un live que, eso sí, nos tuvo saltando desde el minuto cero. El show empezó muy diplesco, cargado de zapatilla y testosterona, y poco a poco fue derivando en los ritmos que han hecho populares a Major Lazer. Así, convivieron el remix de A Trak de “Heads will roll” con samplers de “Get busy”, “La gasolina” y, sí, en serio, “El taxi” (constatando yo, ojiplática, cómo el público foráneo se desgañitaba con esta última). Y dirán ustedes: ¡pero si ninguno de estos temas es de Major Lazer! Correcto. Y es que el concierto de Diplo y los suyos fue más un bombardeo de samplers fiesteros fugaces que un directo coherente. Pero, ¿quién quiere coherencia cuando puede tener a decenas de miles de personas lanzando su camiseta al aire, cañones de confeti, fuego, proyecciones espídicas, banderas ondeantes y bailarinas? Con todo, el combo también tuvo tiempo de dar un merecido repaso a sus antiguos hits (“Get free”, “Watch out for this”, “Pon de floor”…) y a los más nuevos (“All my love”, “Powerful”, “Light it up” y, por supuesto, “Lean on”).

 

La jornada repuntó en finura con Marc Piñol por un lado dando una clase de electrónica de pedigrí en el escenario South Beach Dance y con Amable encadenando hits indie de la última década en una carpa Radio 3 Club a reventar, cuyo deficiente sonido (apenas se intuían las canciones) no impidió al público botar y disfrutar de una de las mejores sesiones que se le ha oído al DJ barcelonés. Virginia Arroyo

 

 

VIERNES

Muchos querían comprobar en este FIB si la fama que se ha ganado Rat Boy como turbador hooligan desbocado y lenguaraz le acredita como realidad o supone otro de tantos efímeros pretendientes al universo de las estrellas perdurables. Por lo demostrado en la sesión vespertina del viernes, nos quedamos con su matrícula. Algo así como si al discurso social de Owen Jones le aplicáramos un desenfado tardo-adolescente que aligera en gran manera la trascendencia sucia de Sleaford Mods. Cosmen Adelaida y su pop  multifocal empezaron a poner a tono el escenario Radio 3 (tremendo su Becerro de Oro y su desarrollo motorik, por el que suspirarían los mismos Leon Benavente), por el cual desfilarían esa tarde algunos de los artistas nacionales más esperados. A saber, los pamplonicas Ex Novios  con su mezcla de psicodelia y pop indie primigenio, Isabel Fernández Reviriego (aka Aries) con sus sonoridades poliédricas expansivas deudoras en gran medida de los esquemas de Animal Colletive (sirva como ejemplo su Eclipse Total) , Juventud Juché y su metralla punk directa al cerebro del oyente, Le Parody  con su experimentación electro-folclórica inclasificable (¿alguien dijo post-pasodoble?) o Hidrogenesse, esa pareja tan especial (caballos y ponis…), cuya No hay nada más triste que lo tuyo ya vale todo un Festival.

 

Las Hinds disfrutaron (e hicieron disfrutar) del escenario grande a una hora en que aún a la gente le cuesta desperezarse. ¿Su fórmula para el éxito? Pues la ya conocida, emergencia, rabia juvenil y efectividad directa y cruda. Encanto naïf y rabia teenager. The Soft Moon (o lo que es lo mismo, el proyecto personal de Luis Vasquez) cargaron las tintas en los desarrollos densos y atmosféricos. Solventes y efectivos, lástima que el personal a las horas tempranas de la tarde en que tocaron no estuviera del todo predispuesto a su post-punk con semejante carga trascendente. El concierto de La Habitación Roja tuvo una carga emocional importante; hubo un tiempo (allá donde el FIB se pierde en la memoria) en que los de L’Eliana eran casi como el equipo local del festival; como reconocieron al abordar “Voy a hacerte recordar”, han estado presentes (de una forma u otra) en Benicassim a lo largo de las diferentes ediciones del FIB. Por eso que el reencuentro fuera casi un acto de justicia poética. Lástima que en vez de explayarse de largo en reivindicar su legado, dedicaran la mayor parte del set en desarrollar las sonoridades más ligeras y electrónicas de su último disco, “Sagrado corazón”, en que su riqueza melódica queda algo difuminada. Además, a Jorge Martí se le nota mucho más cómodo cargando con guitarra al hombro que lanzándose a la cadencia bailonga de temas como “You gotta be cool”. Una lástima, no fue el mejor concierto que hemos visto a La Habitación.

 

 

Band of Skulls defendieron su rock de octanaje de forma más que solvente; dejaron ganas de más. A los The Vaccines se les puede criticar muchas cosas en directo (bastante planos y limitados en escena), pero lo que no se les podrá negar en su facilidad innata para manufacturar jitazos de estribillos más que contagiosos, y eso es suficiente para levantar un concierto. Teen angst acelerado y arrollador. Tan arrolladores como Dorian, a día de hoy una de las bandas nacionales más incontestables en directo. Con el tiempo, los de Marc Gili han transmutado su inicial frialdad arty-pop en una capacidad innegable para conectar con la fibra sensible de un público cuya entrega  se torna en completa. La comunión banda-público fue creciendo conforme avanzaba su concierto hasta llegar al delirio total con canciones incontestables como son “Cualquier otra parte” o “La tormenta de arena”. Dorian recoge los frutos de muchos años de trabajo a conciencia, lo que es digno de reconocimiento. Bravo por ellos. Los escoceses Biffy Clyro amasan un rock musculoso con un tinte épico muy del gusto de la juventud británica (¡cuanto daño han hecho a la música esos coros de “oh-oh-oh-oh-oh” para corear en manada!). Sonaron contundentes y redondos, si bien su propuesta tampoco arriesga lo más mínimo. Curiosidad: los torsos desnudos de sus tres miembros acumulan más tinta que los compactos de Anagrama. El que sí que congregó  (y convenció ) tanto a creyentes como a descreídos fue Jamie XX, que desplegó todo un abanico de sonoridades electrónicas ante las que el respetable no pudo evitar el baile y el disfrute.  Y poniendo broche final al día, otros clásicos del fib que siempre (si no sucede algún imponderable técnico, que de todos los colores las han vivido) resultan arrolladores en directo. Y es que el fib se les da especialmente bien a The Chemical Brothers si de hacer bailar a todo Dios se trata. Con canciones-estandarte como “Go” o “Hey boy, hey girl” (hubo más de un año en que fue la indudable sintonía del festival, ex aequo con “Svastika eyes” de Primal Scream) sigue siendo fácil meterse a un público entregado en el bolsillo. Y con esta edición van… Javier M. Carpi

 

 

SÁBADO

La jornada del sábado el festival de Benicássim colgó el cartel de “sold out” y gran parte de la culpa la tuvo el que sería el concierto más multitudinario de esta edición, el de Muse. El despliegue visual, sonoro y consipiranoico de los británicos empezaba puntualmente a las 23h con las proyecciones militares de “Psycho”, uno de los temas más celebrados de su último trabajo. Después, Bellamy y los suyos supieron ganarse a los fans de toda la vida encadenando “Plug in baby”, “Hysteria” y “Bliss” y, a partir de ahí, la cosa ya fue de capa caída con un setlist que hizo mucha concesión a las baladas, muchas outros que estorbaban en el contexto de un festival y un aburrimiento que hizo mella en el maleducadísimo público local, que se dedicó a comentar la tarde de playa (literalmente). Si bien es cierto que los focos, los cañones de serpentina y los visuales fueron de los más espectaculares que ofrecería el festival, a cualquiera que haya ido a ver al trío a un concierto algo menos masivo, le faltaron plataformas rotativas, lásers y demás filigranas visuales que han hecho de Muse un grupo de estadio, con todo lo malo y lo bueno que eso conlleva. La épica final de “Knights of Cydonia”, un tema bastante justito pero muy efectivo en directo, enloqueció a los acérrimos y sacó de su sopor a los demás. En global, los fans acabaron contentos, los visitantes casuales, aburridos y los tetes, sin entender a qué venía tanto revuelo con los tales “Muse” (pronunciar como se lee). La vida sigue.

 

En el escenario electrónico, justo entre Las Palmas y la zona de comida y bebida, Delorean consiguieron retener a más público de Muse del que cabría esperar por afinidad musical, y lo hicieron desplegando el imaginario sónico que los ha popularizado, a caballo entre el sonido balearic y el house nostálgico. El cuarteto vasco combinó los temas de su último disco (“Muzik”, “Epic”…) con lo más granado de su discografía, entre cuyos temas el público respondió con especial euforia al fantástico “Deli”

 

 

De vuelta a Las Palmas, nos esperaban Disclosure con el que sin duda sería el mejor concierto del sábado y probablemente del festival. Guy y Howard Lawrence aparecían en sendos pódiums, rodeados de pads, cuando irrumpía el inicio de “White noise”, disparo de salida de un concierto que halló el equilibrio perfecto entre la clase y el espíritu de baile. Buena muestra de ello fue la convivencia de números electro como “Bang that” con el pop de tintes R&B de “Omen” o el garage de “You and me” (un pelín eclipsada, no obstante, por el recuerdo de su maravilloso remix en el directo de Flume un mes antes, en el Sónar). Howard se mostró visiblemente entusiasmado cuando confesó lo surrealista que era haber asistido como público al FIB en su adolescencia y poder estar ahora sobre el escenario. Y esa emoción la transmitieron en una hora y cuarto de concierto que fluyó, perfectamente engranado, entre los ritmos UK, el house, el R&B de manual y alguna concesión pop. Se acercaba el final cuando los hermanos invitaron al escenario a Brandon Riley, que haría una interpretación vocal de pelos-como-escarpias de la única balada de “Caracal”, “Moving mountains”, con un fantástico final de bajos palpitantes. Y ya con ese “Latch” como cierre, los asistentes no sabíamos si bailar, reír, cantar, o todas las anteriores. ¿Mejor directo de 2016?

 

Acto seguido Ryan Hemsworth supo enfocar su set a captar a los fans de Disclosure con un despliegue de electrónica sensual que supo intercalar con otros palos de la electrónica, haciendo gala de su eclecticismo y saber hacer. Al mismo tiempo reinaba en el escenario Visa el french touch de Breakbot, que mantuvo a todo el público bailando los 60 minutos que duró su set.

 

Y lo mismo consiguó Maadraaso, que se metió al respetable en el bolsillo con mezclas gloriosas como la de “Can’t feel my face” de The Weeknd con “Kiss” de Prince y lanzando pelotazos inflamables como “Light it up”, sabedor de hallarse ante gran parte del público que dos días antes se había quitado la camiseta a las órdenes de Diplo. Virginia Arroyo

 

 

DOMINGO

Solo Astra forman parte, junto a Baywaves (que ya habían demostrado sus buenas formas el día anterior) de la vanguardia neo-psicodélica nacional (¿o tendríamos que decir post-neo-psicodélica, de tantas vueltas que se le han dado ya a las sonoridades estroboscópicas en los últimos años?) Ambas bandas comparten, aparte de su insultante juventud, su seriedad a la hora de buscar la mejor forma de transmitir sensaciones corpóreas por medio de desarrollos tornasolados, requiebros envolventes y destellos de magia luminosa. Hay que ver el daño (o al contrario) que han hecho los Tame Impala a toda una caterva de teenagers worldwide… A Doble Pletina los conocí a raíz de una actividad de Minimúsica con el Hospital Sant Joan de Déu. Y podría ser quizás ese término el que mejor define la finalidad y el espíritu del proyecto de la banda barcelonesa. Mini por sencilla, por directa y por simpática. Por buscar (y lograr) resultados brillantes a base de canciones breves, compactas y sin aparentes pretensiones, à la donostiarra. ¿Alguien puede buscar algo más redondo que “Música para cerrar las discotecas”?

 

Jess Glynne es una esas artistas que no hubiera tenido cabida ni por asomo en un festival tipo de música independiente patrio (como previamente les había pasado a Katy B o a Lily Allen). Pero el fib es el fibr (de british) y también es verdad que si no hubiera sido así, no hubiéramos podido ver a pie de escenario en su día a Amy Winehouse en 2007 o sufrir cuando Azealia Banks se cayó del cartel  en 2013. El caso es que la londinense (y su preparado séquito) montaron un fiestón de arenbi bailongo que una muchachada de lo más motivada no pudo dejar de celebrar por todo lo alto. Tremendo show en el escenario Visa a media tarde. Ah! Y ojito que este año Adele ha estado en Glastonbury… Los Catfish and the bottlemen presentaban en el escenario Las Palmeras su segundo trabajo. De acuerdo, no os creais eso de the next big thing que suena a mercadotecnia de lo más viejuna y pasada, pero la verdad es que su papel (pop-rock con actitud, estética y maneras) lo encarnan con soltura y con buenos resultados. Además tienen un cantante que remeda a un Julian Casablancas recién salido de la art school y disponen de alguna que otra canción con vocación de hit, como es el caso de “Twice”.

 

 

The Maccabees llevan años demostrando su compromiso con hacer un pop de autor original y resolutivo. Y siempre que pasan por aquí se cobran su porción de admiración por parte del público. Paso a paso, los de Brighton se consolidan como una de las apuestas seguras del pop británico. Siempre que Fernando Alfaro se presenta en el FIB, el politburó del indie nacional, aquellos históricos del festival, los que peinan canas (si peinan algo ya) y que se  vanaglorian con orgullo de haber-estado-allí-cuando-todo-empezó, se concentran bajo el escenario, toque quien toque y pase lo que pase a esa hora en el resto del festival. Y lo que pasa con Alfaro se podría trasladar a Chinarro, a Joaquín Pascual o a cualquier otro histórico de la causa. Así que allí estuvo un Chucho redivivo lanzando dentelladas a diestro y siniestro y echándonos a la cara a su parroquia más fiel su carnaza emocional. A degüello, como siempre. Sigue siendo, y por muchos años, “El detonador”. Y antes de que acabara el día a lo grande con el fiestuqui de hip hop 2.0 del jefe (muy jefe, como dice mi amigo Carlo) Kendrik Lamar (jump, jump!!), el rigor academicista a la mesa de un DJ Shadow monumental, y el comeback de aquellos que nunca se fueron (con Massive Attack siempre volvemos a la casa grande del trip-hop sin darnos cuenta), el escenariear por el FIB (el mejor deporte del verano benicense) te permite saborear otros destellos como el pop-disco contagioso de unos 1975 entregados, el cuidado melódico de un Mac de Marco abrumado por la expectación o el amateurismo desbocado y directo de unos Hotton Tennis Court de los que seguro que tenemos más noticias en un futuro. En el FIB 2017 o en alguno de los siguientes, en los que estaremos para contarlo… Javier M. Carpi

 

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