Tiempo ExtrañoJoe HillNorturna 9,1563 págs. 18,50 €. |
“Tiempo extraño”, se titula, pero cómo entender el tiempo de otra forma si en esta ocasión llega de la mano de Joe Hill. Empeñado en merecerse el título de continuador de la obra de su padre, Stephen King, Hill ha venido dando pruebas de su rara capacidad para inducir los más variados padecimientos en novelas concebidas como experiencias límite, con todo lo que eso puede tener de adictivo. En esta nueva entrega, y como suele ocurrir en sus anteriores relatos, el elemento fantástico quiebra y hace saltar en trizas el suelo amigo sobre el que se levantan unas vidas grises, tan comunes y corrientes como las de cualquier lector que ahora mismo lea estas líneas, sin ir más lejos. En “Tiempo extraño”, además, la experiencia se ofrece multiplicada por cuatro, lo que eleva considerablemente el apetito cuando lo que se busca es exactamente eso: una historia capaz de arrancar al lector de la inercia que empuja los días.
Por una vez, Hill incluso se atreve con la novela negra: fuera buscada o no, es lo que logra en “Cargado”, la segunda novela del libro. Allí encontramos un relato en torno a la lujuria que provoca el uso de las armas junto con la tolerancia de la violencia entre la policía nivel USA. Cómo no, la actitud del narrador es corrosiva, desafiante, altamente crítica con la sociedad americana que parece a gusto en su estadio primitivo de colonos siempre en alerta. La historia tiene su cita en el año 2013: el encargado de una joyería flirtea con sus empleadas, un vigilante adicto a las armas se cruza en una escena delicada y al fondo, un antecedente aciago de 20 años atrás, cuando un muchacho negro murió a manos de la policía. Como en otras obras suyas, en esta Joe Hill domina la tensión, sabe entregarla en la medida adecuada, se revela maestro en la concatenación de personajes hasta la fase final cuando todo el material que ha ido dispersando cobra sentido. En el ámbito de lo social, sorprende la audacia de Joe Hill que toma partido, y lo hace polemizando con lo que significa el republicanismo de derechas en la era Trump. Con alegría. Lo manifiesta, sin ir más lejos, en su preferencia por personajes agredidos, personajes que desbordan las lindes -de género, sociales, morales-, ese muestrario de tipos que ha dado últimamente materia para la soflama neocón y que, sin embargo, en las novelas de Hill alcanzan la condición de seres excepcionales.
Por supuesto: el final está a la altura. Y es descorazonador.
Lo fantástico cobra toda su dimensión en las restantes tres novelas del libro, donde Hill da cancha a una imaginación bien vitaminada y sorprendente. En “Instantánea”, el relato va a un flashback que permite al narrador un doble plano con potente efecto emotivo. Allí se cruza el recuerdo de la adolescencia y toda su carga nostálgica con una situación de acoso sobre una vecina con el añadido de un elemento inexplicable: el agresor utiliza una cámara capaz de absorber y consumir la memoria de la anciana cada vez que la retrata. La propia novela como instantánea sobre una serie de instantáneas resulta una mise-en-abîme perfecta para disparar la emoción del lector. Por si faltaba algo, Hill dota a sus personajes de una inesperada fuerza visual con ribetes Lynch, y de nuevo los diálogos se encargan de hacer el resto.
El relato titulado “En el aire” se define a la perfección con el título, y es el único que se desarrolla entera y literalmente en suspenso. Un grupo de amigos decide lanzarse en paracaídas en cumplimiento de la promesa que le hicieron a la amiga común recién fallecida. Dentro del avión el juego de personajes, con la presencia de monitores hormonados y sexys, provoca una trazada interesante de miradas, un juego escénico que actúa sobre el lector por simpatía. Esa fase de la narración acaba con el salto, que es justo donde nace la verdadera novela, cuando el protagonista, Aubrey, caiga sobre una nube de la que nunca sabremos su verdadera naturaleza. En ella pasa horas interminables viviendo una serie de experiencias dignas de una imaginación piranesiana, versión blanca.
“Lluvia” cierra el libro y, como era de esperar, narra un hecho acaecido en otros “tiempos extraños”, cuando una lluvia de cristales mortíferos deja diezmada la población sobre la que descarga. Dar con la explicación y -en no menor medida- reconstruir el entorno emocional que se llevó por delante la lluvia, será la misión de una lesbiana apodada Honeysuckle. La historia sigue un desarrollo lineal sobre una idea de cariz apocalíptico, pero ninguna otra peripecia tendrá más poder de fascinación que el propio personaje. Contra la intolerancia, contra la estolidez del barrio en el que vive y se podría decir que contra la pesadilla americana actual, Honeysuckle va ganando la dimensión de una Ulises moderna. Es coherente la ubicación de este relato al final del libro. Honeysuckle quedará como la heroína inesperada, como una invocación al espíritu de la frontera, ese lugar y ese estado que definió al americano en su epopeya fundacional. Adaptado al medio en el siglo XXI, el héroe americano debe perdurar sobre todas las cosas, parece decir Joe Hill. Y el show también, el show siempre debe continuar.

Santiago García Tirado
Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son “Todas las tardes café” (2009, relatos) y “La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.