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FuegoJoe HillNocturna 8,1806 págs. 24 €. |
En “Fuego” los incendios arrasan con todo y el mundo ha perdido la cabeza. La culpable esta vez, una espora denominada Trichophyton draco incendia. Sí, es un latín horroroso y sí, está en el origen de una distopía. Esta nueva versión la firma Joe Hill, la recomienda George R. R. Martin y la bendice el padre del autor, Stephen King, para que nada se preste a confusión llegados a la mesa de novedades. Y, salvo que el título puede agudizar la sensación térmica en el país a las 12 de un día cualquiera en agosto, tampoco nosotros podemos dejar de recomendarlo como uno de los best seller mejor escritos del panorama. Como tal, ofrece enigma, entretenimiento, tensión narrativa, diálogos electrizantes, múltiples giros inesperados y un tira y afloja emocional que mantiene el gancho y la seducción hasta el final. De todos esos ingredientes “Fuego” esconde cantidades generosas.
Ahora, lo inesperado: el fuego que consume el mundo en la novela ya no procede de los bosques descuidados por recortes en el presupuesto, ni siquiera se trata de una nueva técnica de la guerra por implantar el terrorismo en lo cotidiano; aquí, y en un futuro próximo, el fuego procede de los propios humanos. Arden espontáneamente, como un bonzo ya sin respeto por las formas. La pandemia provocada por la espora se inocula en los humanos y en poco tiempo acaba consumiendo la vida de los infectados, que ven cómo su cuerpo entra en combustión y se reduce a cenizas en un visto no visto. Hablamos de un fuego que procede del interior, que se incuba en los propios humanos y salta de ahí al paisaje. Es un detalle definitorio, que permite abrir, desde ya, la posibilidad de interpretaciones metafóricas, cuenten o no con el concurso del psicoanálisis, la crítica marxista, el eneagrama, la homeopatía y otras escuelas generadoras de discurso. Añadamos ideas, una vez puestos: lo ancestral, la purificación, el sacrificio ritual, y todo en un mundo que ha vivido de espaldas a una naturaleza que sostiene la vida. Si lo que se busca es, por contra, el entretenimiento, basta con dejarse llevar y dejarse de interpretaciones y mareos, porque “Fuego” es una historia soberbia, inmensa, que se sostiene sobre las mismas premisas que una serie de televisión. En esa capacidad para someter al lector es determinante la aparición del reducto, con toda la carga de simpatía que provoca siempre en una narración: un grupo de infectados aprenderá a dominar los efectos de la espora, incluso poniéndolos a su servicio para manejarlos como arma para la defensa propia. Más allá de la huida, es en el reducto donde se arma de posibilidades la narración. Un mundo desquiciado ve cómo mueren sus habitantes, al tiempo que otros se dedican a crear comandos de exterminio para frenar a cañonazos la expansión de la enfermedad; frente a ese mundo, un grupo de ciudadanos mantiene la lucidez y la calma. Mucho más que eso, se convertirán en garantes de la dignidad de la especie humana.
Sintomáticamente, la obra cubre una extensión de nueve meses, los que dura el embarazo de la protagonista, Harper Willowes, enfermera, que ha contraído la enfermedad en su trabajo y que se enfrentará a la incomprensión de quienes opinan que su responsabilidad oscila entre abortar y/o suicidarse. Así lo piensa su marido, sin ir más lejos. Un grupo de resistentes variopinto, a veces histriónico, a veces inteligente, la ayuda a huir de casa y le ofrece a cambio lo más parecido a una familia en el campamento Wyndham. De entre los personajes destaca John, el bombero -“The Fireman” se titula la novela en inglés-, protagonista principal de la historia y aporía viviente, junto a un predicador, unos simpáticos hermanos adolescentes, un traidor llamado Harold Cross -que creyó conocer la causa de su victoria frente a la espora-, y mucha gente dispuesta a arrancarle algunos segundos más a la vida, a ser posible, con humor, mucho humor. Joe Hill fabula con personajes reales del showbussines a quienes sitúa en su ficción algo más talluditos, con un efecto muy Forrest Gump, sólo que en proyección futura. De entre ellos destaca la estrella de la MTV Martha Quinn, que en la obra aparece siempre como objetivo, la mujer a la que hay que acceder, convertida en campeona de otra vida posible. Porque todas las leyendas urbanas apuntan a que en una isla de Massachussets Martha Quinn ha establecido un sanatorio que permite a los infectados tratar la enfermedad sin necesidad de resignarse a la muerte. En el camino lo importante será sobrevivir, y no menos convivir. Para ello está la comprensión, la paciencia, la ironía que lo inunda todo, el sexo, el recuerdo de todo el repertorio mainstream en materia de cine y música y, de manera privilegiada, “Mary Poppins”. Las canciones, con sus simples mensajes positivos, son elemento recurrente de la novela, pero también todo lo inglés -John, el bombero, es inglés-, sus grupos musicales, sus personajes universales, sus costumbres y hasta su acento. Y “Harry Potter”.
La ficción es capaz de salvar la existencia, parece decir “Fuego”. Sólo la ficción, nada más que la ficción.

Santiago García Tirado
Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son “Todas las tardes café” (2009, relatos) y “La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.