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Tade Thompson

Mensajes de fin de siglo llegados desde Nigeria

 

Texto Santiago García Tirado

 

África lleva tiempo reclamando atención con artistas de nivel pero, por encima de todo, lo que pide es que la tomemos en serio. Porque más allá de esa ternura con la que se expresan asociaciones de amigos del djembé y similares, lo que queda pendiente es asumir su condición de agente de primer orden en el siglo que vivimos y atender con respeto a sus pensadores, sus políticos, sus creadores.

 

Para abundar en ello acaba de aparecer en España Rosalera”, la novela en la que Tade Thompson imagina un futuro cercano en una Nigeria hipertecnificada, donde el gobierno sabe -como cualquier otro occidental- poner la tecnología a su servicio y ejercer un dominio exquisitamente democrático sobre su gente. Kaaro, un sensible que dedica algunas horas extras a trabajar para el estado nos servirá de guía a una nueva África en gestación donde la tradición cultural, la alegría, la pobreza, la brutalidad y la sofisticación se entienden mejor que bien para que la balanza siga cayendo siempre de parte de los de siempre. Dos premios avalan al autor: el Ilube Nommo 2017 y el Arthur C. Clarke recientemente concedido en el Reino Unido. Es médico, habla un inglés expansivo, y su fiesta no ha hecho más que empezar: en breve, dos novelas cerrarán su primer proyecto.

 

Pues después de leer "Rosalera" tengo más razones para creer que el XXI va a ser el siglo de África.
No estoy seguro de si será el siglo de África, en cualquier caso será el de todos los continentes y quizá lo que sí puede pasar es que el resto del mundo se dé cuenta de que  África es igual que todos los demás.

Desde luego es novedoso que la Ciencia Ficción extienda su mapa a un lugar tan poco transitado en literatura como Nigeria.

Es verdad. Observé que la mayoría de las invasiones alienígenas siempre sucedían lugares como Nueva York, Londres, Washington, Los Ángeles, y bueno, ya era hora de que sucediera una invasión alienígena en Nigeria.

 

Y es cierto: en Rosalera encontramos una invasión alienígena, solo que prescinde de naves espectaculares y estructuras más allá de la cuarta dimensión. Se trata de una invasión silenciosa, de esas que se apropian del territorio actuando bajo el umbral de atención común. Todo en la Nigeria post invasión sigue siendo tan colorido y folklórico como de costumbre, con la diferencia de que el cáncer no ceja en su tarea destructiva.

 

 

Ese cruce de la vida tradicional nigeriana con lo más vanguardista de un futuro hipertecnificado le añade convicción a la novela. ¿Es así como te imaginas el futuro?
Todos los libros, películas, cómics que yo tenía en los 80, en los 90, cuando se imaginaban cómo sería el Siglo XXI nos proponían coches voladores y cosas de ese estilo, sin embargo hoy estamos viviendo en ese futuro y nos damos cuenta de que no ha sido así. Lo que existe es una mezcla del presente y del pasado, y siempre va a ser así, da igual en qué momento del futuro estemos.

 

En Barcelona ya te digo que la llegada del futuro se están llevando por delante cualquier rasgo de la ciudad que fue: solo tienes que contabilizar McDonald’s y Starbucks.

Fíjate que incluso aquí en Barcelona el lenguaje, la cultura, se preserva, y aunque intentes borrar algo de la cultura, siempre vuelve a aparecer, a veces de modos extraños. Ahora tenemos coches modernísimos, a los que, sin embargo, les damos nombres como Picasso, o Tesla. Al final siempre vamos al pasado para buscar cosas con las que nombrar el presente. La cuestión es que el futuro no va a ser como lo hemos imaginado, porque ahora tenemos un enorme problema: puede ser que la dependencia tecnológica que tenemos ahora mismo cambie debido al problema del medio ambiente, y que volvamos a una vida más simple.

En tu novela la tecnología es siempre un arma contra el ciudadano, aunque éste lo pase divinamente acumulando dispositivos, convencido de la felicidad que aportan.

El error en que caemos es pensar que gobiernos y corporaciones son cosas diferentes. En el fondo son lo mismo con diferentes caras. Ellos se comunican entre sí por una especie de membrana que es permeable. Piensa en el crash de 2008: de repente aparece un nuevo lenguaje, los gobiernos dicen que las corporaciones son demasiado grandes para dejarlas caer, que se les tiene que ayudar. ¿Por qué hacen esto? Porque son lo mismo. Fíjate que las corporaciones hablan del mercado libre, de permitir que se autorregulen, pero los gobiernos les ayudan. La verdad es que las corporaciones y los gobiernos nos usan a nosotros como recursos de los que se puedan beneficiar. A ti te dejan el wifi para que en realidad trabajes 24h., para que en casa puedas continuar trabajando. Mi opinión es la siguiente: hay mejores tecnologías de las que conocemos, a las que tú no puedes acceder porque no eres parte de la ecuación de la que ellos extraen un beneficio.

 

Rosalera es una ciudad de reciente creación, en las cercanías de Lagos. Ha surgido en torno a una cúpula de origen extraño y con un inexplicable poder que ha atraído a multitudes de nigerianos. Más tarde en la novela iremos cosechando algunos detalles sobre cómo se originó y cómo en esos suburbios surgieron movimientos sociales y otros de orden político. Nadie sabe muy bien cómo conviene conducirse en relación con el caso de la cúpula, excepto el gobierno. El gobierno sabe poner a Rosalera a su servicio.

Los gobiernos no necesariamente sacan un beneficio de la manera como nosotros creemos. En realidad lo que buscan es tener el control de la gente. En la novela Kaaro no sabe nada de la invasión alienígena, pero en un momento dado se entera y lo comunica al gobierno. Para su sorpresa el gobierno le dice que ellos ya lo sabían. Lo que quiere el gobierno es seguir manteniendo el control sobre la gente y sobre todo tratar de evitar el pánico para no perder ese poder.  

 



Vamos a entrar ahora en Kaaro, que es el que lleva el peso de la historia: un considerable caradura, un redomado cretino en el que se cruza lo ancestral -parece un adivino, un chamán- con el dominio de la tecnología. ¿Se basa en algún modelo real?
Lo que hace Kaaro no es adivinar, lo que él hace es que extrapola datos. Coge las tendencias que hay ahora y desde ahí elabora una suerte de futuro posible. Si Brasil y Argentina ahora mismo juegan un partido de fútbol y yo sé que el portero se acaba de divorciar, y sé que uno de los delanteros tiene un problema físico en la pierna, yo lo que puedo hacer es extrapolar esa información y decirte que el equipo que tenga en el campo a estos jugadores probablemente va a perder. No he hecho una predicción, he tomado los hechos del presente, los he extrapolado y con eso hago una previsión del futuro más probable.

 

Kaaro es amoral, recuerda continuamente que no sabe lo que es una ideología y no le interesa más que satisfacer el interés propio. A veces es tan repulsivo que nos lo llevaríamos de copas, tan felices, pero ¿por qué lo has preferido a un héroe convencional?
No solo en la escritura moderna, sino también en las audiencias modernas, ocurre que se confunde lo bueno con lo que es moralmente bueno. Y no es lo mismo: un personaje bueno puede ser en ocasiones bueno y malo, pero el lector al final solo debe interesarse por el personaje. Hoy la gente critica los personajes que no son agradables, y es algo que no importa, lo que importa es que sea interesante y complejo. La verdad es que no puedo controlar la recepción que tienen las cosas que yo escribo. Yo lo que hago es escribir los mejores libros que puedo, y luego eso se va al mundo y le pertenece al mundo. A partir de ahí hay una interpretación que yo no controlo. Yo escribí este personaje que es alguien que no tendría por qué gustarte, y si se lee así, fantástico, porque es lo que yo quería. Las reacciones furibundas respecto a personajes que no son agradables no tienen nada que ver ni con el libro ni con el personaje, tiene que ver con algo que está dentro de ti, y a mí, estimular esa emoción me parece estupendo

 

Pero es que no hay norma más o menos aceptada a día de hoy que no se salte: es un cínico, un provocador, y ante una mujer no es capaz de ver más allá de sus atributos (físicos, por supuesto).

Los artistas no decidimos sobre cuestiones morales, y el escritor no es alguien que se dedique a dar sermones, no deberíamos tener opiniones morales. El arte lo que tiene que hacer es provocar una serie de emociones. Tiene que perturbar a los que se sienten confortados, y confortar a los que se sienten perturbados. Lo que hacen otros escritores cuando tienen que escribir sobre un personaje que es perturbador es poner una cierta distancia, buscan que sea otro quien hable sobre ese personaje. Por ejemplo, en Moby Dick tenemos a Ismael que habla del capitán Achab. Para los lectores esto es más asumible, porque tenemos a una persona moral que habla de alguien que es amoral. Eso crea una cierta distancia con la locura. Yo lo que hago es, por contra, poner al lector en la mente del personaje, y eso de alguna manera hace al lector cómplice. Lo hago de manera deliberada: quiero meter al lector en la mente de Kaaro, que a su vez está metido en la mente de otra gente y recoge su maldad en su cabeza. Hay un momento en el libro en el que este punto de maldad es tan grave que Kaaro tiene que ir al psiquiatra porque no es capaz de separar lo que hay en las mentes de otras personas de lo que es suyo propio, y yo quiero que el lector tenga también esa experiencia.

Santiago García Tirado

Soñó con llevar subliminalmente en su DNI una cifra capaz de avivar el deseo, pero llegó al mundo en 1967, con dos años de antelación para la fecha correcta; desde entonces no ha hecho más que constatar que siempre estuvo (contra su voluntad) en el tiempo equivocado para ser cool. Con empeño, y en contra de la opinión de las hordas hipsters internacionales, ha llegado sin embargo a crear la web PeriodicoIrreverentes.org, y colaborar en Micro-Revista, Sigueleyendo, Quimera y Todos somos sospechosos, de Radio 3. Sus últimas obras de ficción son Todas las tardes café” (2009, relatos) y La balada de Eleanora Aguirre” (2012, novela). En 2014 verá la luz su novela “Constantes Cósmicas del Caos”, con la que espera coronar su abnegada labor en beneficio de la entropía universal.

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