David Roas
El consumismo derrotó a los incas
David Roas (Barcelona, 1965) es profesor de literatura en la Universitat Autònoma de Barcelona, donde dirige el Grupo de Estudios sobre lo Fantástico y la revista Brumal. Y lleva gafas. Dos cristales no especialmente gruesos enmarcados en unas monturas discretas, lo que, en principio, no guarda una relación directa con que en 2011 obtuviese el premio Setenil por su libro "Distorsiones", aunque tratándose de Roas, nunca se sabe. El profesor puede desatar extrañezas causales y espaciotemporales cuando se convierte en autor relatos y presentarse a una entrevista con una camiseta con el lema “Alpacalípsis” serigrafiado sobre las cabezas de un rebaño de llamas zombi. Coloca los pies sobre la mesa y me muestra orgullosamente sus calcetines, cuyo tejido imita el estampado de la moqueta del hotel de "El resplandor". Pero, por favor, Roas, hablemos de tu libro.
"Bienvenidos a Incaland" aparece publicado en Páginas de Espuma y eso parece una señal irrevocable de que se trata de un libro de relatos, pero el texto se resiste a ser clasificado fácilmente en términos de género. ¿Cómo lo concebiste?
Desde el primer momento decidí que lo que iba a escribir era un libro de cuentos, porque ese es mi terreno natural, el espacio en el que mejor me muevo. Pero también tuve claro que no iba a ser un libro de cuentos al uso…, Si es que hay ‘libros de cuentos al uso’. Quiero decir que mi objetivo no era compilar unos cuantos relatos ambientados en Perú, darles un título general que los englobara a todos, y listos. De ahí que haya construido un libro cerrado, con una estructura muy cohesionada, que obligue al lector (aunque esté después hará lo que quiera) a seguir el trayecto de lectura que le propongo y con el cual trato de llevarle de viaje por Perú: así el libro se abre con un cuento sobre el vuelo hacia Lima, continúa por tres etapas (Lima-Cusco-Machu Picchu) para cerrarse con el cuento en el que narro el viaje de vuelta a casa. Esa cohesión también justifica el emplear siempre el mismo narrador-protagonista y la misma perspectiva, aunque, eso sí, cambiando de tono, estilo y género, pues el libro se mueve entre lo fantástico, lo grotesco y lo absurdo, con unos toques también de humor crítico (contra los desmanes del turismo).
¿Cómo surge la idea de "Bienvenidos a Incaland"? ¿En qué momento sabes que tienes un libro?
La idea surge de un viaje que yo mismo hice a Perú en agosto de 2008, una viaje de quince días que me llevó a visitar esos tres lugares que antes mencionaba: Lima, Cusco y Machu Picchu. La experiencia fue tan fascinante y, al mismo tiempo, tan llena de aventuras delirantes (al menos para mis ojos foráneos), que me vi obligado a convertirla en un libro de cuentos con el que trasladar al lector dichas aventuras, sobre todo cómo las viví, como las sentí…, porque no es mi intención contarle a nadie cómo es Perú, y menos tras esa experiencia de quince escasos días. Una experiencia que después completé viviendo dos meses seguidos en Lima en el año 2011, aunque para entonces el libro ya estaba prácticamente escrito; de esa nueva estancia sólo saqué los tres microrrelatos que aparecen en la sección dedicada a Lima.
Así pues, desde el primer momento supe que tenía entre manos un libro de cuentos, así como las secciones en las que lo iba a estructurar, pero no el número de textos que lo formarían. Eso llegó cuando seleccioné las aventuras que convertiría en cuento y con las que, al mismo tiempo, dibujaría las etapas de ese viaje cada vez más delirante. Debo decir que no trasladé al papel las muchas situaciones que viví, pues no me interesaba convertir el libro en un simple catálogo de rarezas. Insisto: lo que quería era que el lector me acompañase en ese viaje, en mi descubrimiento de unos lugares (y gentes) fascinantes. Y también en mis decepciones por culpa del maldito turismo, de los desmanes del consumismo imbécil.
La figura del turista se lleva unos cuantos latigazos en el libro. Especialmente, los turistas norteamericanos.
Esa fue la fuente principal de las decepciones que acabo de mencionar y, al mismo tiempo, lo que justifica el título del libro. Paseando por el centro de Cusco (la increíble Plaza de Armas y las calles que la circundan), mientras sorteaba manadas de turistas (a los que convertí, por ello, en zombis) y escapaba de las tiendas de recuerdos-cambio de divisas-artesanía inca-hamburgueserías-pizzerías –un mes después de mi visita (el 11 de septiembre para más inri) se inauguraba el primer McDonals, al que inmediatamente siguió un Starbucks… la Esfera de la Muerte–, me di cuenta de que estaba en un parque temático: Incaland. Y entre todos los turistas, los peores eran sin duda los yanquis, que se paseaban por allí (tanto pijos como hippies o tejanos obesos) como si Cusco fuera su rancho particular. Aunque los gritones españoles e italianos, los seudofinolis franceses y otras tribus tampoco eran un modelo de conducta, la verdad. Ahí surgió mi decepción ante la imagen real de ese espacio que había soñado muchas veces con visitar. Lo mismo (o peor) ocurrió en Machu Picchu: un espacio fascinante del que, sin embargo, tuve que huir rápidamente, pues era insoportable la marabunta de gente que pululaba por allí. Los peligros de la masificación turística. El consumismo derrotó a los incas.
En la obra te sitúas desde la perspectiva del viajero que no es turista, sino esa criatura snob que se considera “observador extranjero” y no “guiri”. Intentas explicar Perú desde la extrañeza que se sitúa ante tu mirada. Sin embargo, el libro parece que está teniendo una gran recepción en ese país. ¿Qué crees que les ofrece "Bienvenidos a Incaland" a los lectores peruanos?
La mirada del Otro. Me explico: como te decía antes, jamás se me ocurriría la osadía de tratar de explicarle a nadie lo que es Perú, pues no me veo capaz ni de explicar lo que es Barcelona, ciudad en la que nací y en la que vivo. Lo que quiero es romper con la tradicional perspectiva del libro de viajes, en el que el que narra habla del Otro, del Diferente (respecto de sí mismo): en mi caso es el Otro el que mira y el que habla. Por eso decía antes de que lo que quería no es tanto contar lo que vi sino cómo lo vi y lo sentí. Creo que eso ha hecho que el libro sea bien recibido: no hay en él ningún afán de pintoresquismo, de guía turística, de banal anecdotario… Por eso también la ficción irrumpe y domina cada uno de los textos: todos ellos parten de situaciones reales que viví, pero potenciadas, amplificadas, distorsionadas por mi siempre desquiciada imaginación.
Con el lector que no conoce Perú, ¿esa ignorancia juega a favor o en contra del libro? ¿Crees que la distancia acentúa lo surrealista de los cuentos o dificulta que resulte verosímil?
Yo creo que actúa en favor del libro, y potencia, a la vez, una doble recepción: la del lector que puede creer que todo eso me ocurrió (¿?) y la del que perciba ese juego de distorsión de unas situaciones reales ya de por sí bastante distorsionadas. Sólo un ejemplo: en todas las entrevistas que he concedido me han preguntado si en verdad robé la máquina de escribir de Vargas Llosa (lo narro en “Walk on the Wild Side”). Otros lectores me han confesado que después de leer el libro tienen muchas ganas de visitar Perú.
En el prólogo, Fernando Iwasaki sitúa al lector a las puertas de un libro lovecraftiano. Sin embargo, al traspasar el umbral, me ha parecido que el libro tiene más del espíritu gamberro y provocador de Tarantino u Oscar Wilde que del sombrío Lovecraft. ¿Qué hay del escritor de Providence en tus relatos?
La huella de Lovecraft se percibe en el homenaje que le rindo en uno de los cuentos ambientados en Cusco, “Zona de penumbra” (en cuyo título hay también un homenaje a "The Twilight Zone" y al maestro Rod Serling), pues ante las ruinas de Saqsaywamán –donde se ambienta dicho cuento– me vi inmediatamente transportado a la ominosa arquitectura que Lovecraft suele describir en sus historias (basta recordar su novela "En las montañas de la locura"). Otra cosa es la estupenda broma del prólogo de Iwasaki, con el que comparto fascinación por Lovecraft, motivada por mis obsesiones con lo fantástico. Eso sí, el convertirme en Abdul Al-HazRoas es el mayor piropo que alguien me ha echado.
¿Entonces, ves más Lovecraft que Tarantino y Wilde en tus relatos?
En los que forman "Bienvenidos a Incaland" yo creo que se perciben ecos de esos tres nombres, así como del fantástico cotidiano de Rod Serling o Frederic Brown, del humor irónico de Woody Allen y los Monty Python, del humor político de Mrozek, etc. Hay muchos ecos, pero ninguna influencia explícita… Y más o menos evidentes homenajes a algunos de los autores que acabo de citar.
Hablas de Lovecraft, que es muy conocido, pero también de autores que han pasado más desapercibidos para el público general como Serling o Brown y es que conoces el género fantástico en profundidad. ¿Ser uno de los más destacados estudiosos de lo fantástico en España te hace sentir más presión cuando lo abordas como autor?
La verdad es que no. Siempre digo (y siento repetirme) que en mí habitan un Jekyll-teórico y un Hyde-escritor que tratan de convivir sin molestarse demasiado… Por otra parte, este es mi libro de cuentos menos fantástico, pues solo hay tres relatos de ese género. Domina más el humor entre grotesco y absurdo, en ocasiones crítico (cuando retrato, como antes dije, los negativos efectos del turismo en dos lugares tan alucinantes como Cusco y Machu Picchu). Confieso que la combinación de lo fantástico y lo grotesco fue la única manera que encontré para narrar mis experiencias en Perú. El realismo se me quedaba corto.

David Aliaga
David Aliaga es escritor y periodista especializado en literatura contemporánea. Ha publicado la novela breve Hielo (Paralelo Sur, 2014) y el libro de relatos "Inercia gris" (Base, 2013), algunos de cuyos cuentos han sido incluidos en las antologías "Cuentos engranados" (TransBooks, 2013) y "Madrid, Nebraska" (Bartleby, 2014). En su faceta académica destaca el ensayo "Los fantasmas de Dickens" (Base, 2012), un estudio sobre lo sobrenatural en la obra del inglés. Ha traducido al catalán a Dickens y Wilde. Es colaborador habitual de Quimera, Qué leer y Blisstopic.