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PinaTransitLapsus 8,5Industrial |
Decía Pedro Pina, cuando lo entrevistamos hace un año, que de cara a su nuevo disco no tenía claro si seguir aumentando la velocidad, aún a riesgo de “acabar haciendo drum’n’bass”, o echar un poco el freno. Decía también que le apetecía volver a trabajar con sintetizadores y dar más importancia a las melodías. Y son precisamente esas tres características (una menor velocidad, un sonido más carnoso y una mayor presencia de elementos melódicos) las que marcan la diferencia entre “Transit” y “Hum”, su entrega de 2013.
No significa esto que Pina haya decidido rebajar la tensión o relajar el músculo. Los ritmos que construye siguen teniendo mucho de cinemático y de hipnótico, pulsos y bucles de sonido que parecen referirse al mundo tecnológico en el que vivimos y nos movemos en nuestra vida diaria. Una presión mecanicista a la que contribuyen esas partículas melódicas de las que hablábamos más arriba, colecciones de notas minimalistas, de aspecto marcial, que en muchos casos ayudan a potenciar los elementos de percusión (tanto cuando están presentes como cuando desaparecen: ahí está “Panamax” como ejemplo perfecto). Pero que también se subraya desde la propia concepción temática de un disco –que se titula “Transit”, pero estuvo a punto de llamarse “Hub”- atravesado por varios hilos narrativos que funcionan antes a nivel conceptual que específico. Los títulos de los temas, por ejemplo, hacen referencia a nodos o sistemas de comunicación, que van desde lo local (el intercambiador de “Passeig de Gràcia”, el cruce de “Scramble Koutasen” en Shibuya) a lo global (la marina de ferrys de “Bni Nsar”, el aeropuerto de “Schiphol” en Amsterdam) o incluso lo espacial: el Cosmódromo de “Baikonur” o el grupo de galaxias que componen el “Grupo Compacto de Hickson”.
Otro de esos hilos narrativos es la paleta de sonidos escogida, que es (al menos en apariencia) restringida, rehúye de triquiñuelas digitales y que de nuevo pone el acento en ese carácter robótico y de brillos metálicos; una visión futurista que, eso sí, parece querer evocarse desde una perspectiva retrofuturista. Una paleta que va ganando en carga épica a medida que el disco avanza y la escala de las infraestructuras crece (aunque también dejando espacios para pequeños ejercicios de literalidad: el sonido ambiente de trenes en “Passeig de Gràcia”, las melodías de aire magrebí en “Bni Nsar”, las sirenas de barco lejanas en “Tangeh-ye Hormoz”), hasta alcanzas su clímax en “Grupo Compacto de Hickson”, un tema rematado con detalles de tintura cósmica, que vibra con la misma grandiosidad, solemne y acongojante, que tendría la explosión de una supernova. El bueno de Pina, en fin, se ha vuelto a superar.

Vidal Romero
Como todos los antiguos, Vidal Romero empezó en esto haciendo fanzines (de papel) a mediados de los noventa. Desde entonces, su firma se ha podido ver en infinidad de revistas (Go Mag, Rockdelux, Ruta 66, Playground, aB, Era y Clone entre muchas otras) y algún que otro periódico (Diario de Sevilla, Diario de Cádiz). Es también uno de los autores del libro “Más allá del rock” (INAEM, 08) y ha trabajado como programador y productor para ciclos de conciertos y festivales como Arsónica, Territorios o Electrochock (US). Incluso le ha quedado tiempo para ayudar a levantar España ladrillo a ladrillo con lo que es su auténtica profesión: la arquitectura. Es uno de los mejores analistas de música electrónica de este país.