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My Morning JacketThe WaterfallATO Records 6,9Soul rock |
Ha sido una pesadilla. No pasa nada. Enciendes sabiendo que necesitas que suene algo que vaya más allá de lo mundano, y enseguida tienes claro que es un buen momento para darle una oportunidad al nuevo disco de My Morning Jacket. Te desperezas con "Believe (Nobody knows)" mientras te asalta una primera duda, o alerta: ¿se ha propuesto Jim James convertirse la banda sonora de un vídeo motivacional de los que hace Guardiola?. Desde luego, la banda de Kentucky está en las semifinales de su carrera, y, con todo, su postura y estatus nunca ha llegado a ser la de 'ya no tenemos que demostrar nada', tal vez precisamente porque cada disco que han alumbrado desde aquel monumental "Z" (Badman Recording, 05) debe pasar la penitencia de ser comparado, hurgado, diseccionado en relación al mayor logro de la banda.
El flow y el feeling azucarado de "Compound fracture" te hace quitarle medio terrón de azúcar al café, y mientras la idea de un día allá fuera empieza a dibujarse en actos que se unen como puntos reunidos por un trazo, una línea, empiezas a tener claro que "The waterfall" es una deriva de pulsos y estilos álgida y descosida, un despliegue desacomplejado de las virtudes de My Morning Jacket que, con todo, deja más de un defecto al descubierto.
"Like a river" congrega mañanas de niebla con sus punteos de puntillas, los falsetes etéreos y esas segundas voces melosas. Es el tipo de canción que prefieren los que no esperan cambio ni experimentación, sino discurso de raíz y facturación efectiva y preciosista. Arrancas en segunda sabiendo que a ese tipo de tropa este juego de espejos vocales, melodías y añoranzas sencillas les va a encantar. A ti también, en realidad.
"In its enfancy (The waterfall)" te devuelve a los ecos oscuros de lo soñado. Esa canción llega para sacudirlo todo desde su primer acorde, que agita a base de reverberaciones tajantes, y luego se pierde en meandros marcados por sintetizadores primero, y voces elevadas a la enésima después, en un estribillo magnánimo, que acerca el sonido al de su penúltimo, "Circuital" (ATO Records, 11), pero que poco a poco va perdiendo fluidez hasta alcanzar un crescendo de rock matemático, entre acordes decididos de guitarra rítmica y solos y ecos que crepitan en segundo plano para prender antorchas de extrañeza.
Cuesta pisar la acera inhalando por las orejas esta especie de respiración asistida sonora, un cancionero que, pese a sonar a gloria y profesionalidad, se descubre en todo momento a medio camino entre lo androide y las entrañas, que pretende epatar como una fenomenal quimera de soul, folk y experimentación eléctronica, y que por desgracia en algunos tramos confunde y aturde más que otra cosa.
"Get the point" no se preocupa tanto por tocar partes híbridas y va a la más pura médula de un sonido de raíces, folk sureño y simple, tan honesto como puede sonar algo que ya hemos oído tantas veces
La crecida épica de "Spring (Amond the living)" tiene tanto de auténtico como de impostado; sus voces del fondo del pantano, negras y dolidas, y la manera de estrangular las cuerdas, de cabalgar las subidas y bajadas, buscan tocar tanto la fibra que al final no sabes si lo han logrado, y en todo caso, lo mismo vas a tener que cruzar esa calle llena de gente. Con las voces celestiales y los arpegios de "Thin line" te pasa algo parecido: es como si fuera una canción con sello de exclusividad, para románticos adinerados y adormecidos, que pueden permitirse pasar la vida entre riscos y cumbres, oteando al resto entre nubes, horizontes y perspectivas de ensueño.
El tono alto y pomposo de "Big decissions", el primer single del álbum, se significa precisamente como eso, una descarga de sonido comercial para engatusar estadios, una canción que tiene algo extremadamente manido, que te desconecta del disco. "Only memories remain" enhebra de nuevo destellos de soul con aliento clásico y seductor, y se deja escuchar muy bien, aunque tal vez solo sea porque te ha tranquilizado tantísimo parar para sentarte a tomar un café entre carrera y carrera.
Cuando vuelven los pasos acelerados y las reproducciones entran en modo aleatorio, recordándote los primeros cortes, y entonces trazos de música, como la Miami Jungle Version de "Compound fracture", traen de nuevo la sensación de que si hay algo nuevo en esto My Morning Jacket es que se arriman a donde tal vez no debieran, lo más comercial y evidente, y confirman la pesadilla que desde el principio del disco sentías en alguna parte del mesencéfalo: Coldplay están ahí. En sus búsquedas y derroteros metamorfoseantes, Jim James y los suyos han dado con un sonido conocido y poco esperanzador, que bascula entre lo íntimo, lo álgido, lo abierto y lo cerrado, con tanta pasión y buenas formas como incoherencia global. Ese viaje de lo explosivo a lo etéreo, de tan universal que quiere ser, roza la accesibilidad más simplona.
El día no ha hecho más que empezar, y sigue en marcha pensando que, con todo, "The waterfall" es un disco que reivindica su vitalidad, que se busca el pulso constantemente en frente de la multitud. Solo que precisamente ese gesto tan teatral y afectado es precisamente lo que, por momentos, mueve al rechazo. En fin; tanto divagar con los auriculares a todo trapo, y al final llegas tarde, como siempre.

Albert Fernández
En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.
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