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Neil-Finn  

Neil Finn

Dizzy Heights

Lester

8,9

Pop

Vanessa Pellisa 

 

La música de Neil Finn al frente de Crowded House ha sido tradicionalmente homenajeada por un público bochornoso, amante de los privilegios tranquilos de la clase media y de la fatiga post-laboral. Gente de pocos recursos intelectuales cuyo mal gusto les lleva a hablar de "artesanía pop", "elegancia" y "clasicismo" cuando se encuentran ante una canción perfecta. A Neil Finn, a poder ser, me gustaría quedármelo enterito para mi, no tener que compartirlo con nadie y vivir su música de la manera más egoísta e impura que existe, por lo que me llena de profunda satisfacción saber que toda esta chusma lo va a pasar fatal escuchando "Dizzy Heights", su tercer disco en solitario.

 

"Dizzy heights" no es una obra rompedora, pero si lo bastante arriesgada como para dinamitar puentes con aquellos para los que la única conexión con su música es esa mezcla de brillo y perfección de su sonido. Pese a contar con la familia entera como backing band (Sharon, su esposa, y sus hijos, Liam y Elroy), "Dizzy Heights" es un disco que huye de la zona de confort como de un campo de minas. Estamos ante una exhibición de ambición, riesgo y profundidad innegable, con una de las mejores introducciones de disco que he escuchado últimamente: "Impressions" una entrada tan inesperada a este álbum, y con un falsetto de Finn tan convincente que nos obliga a comprobar el nombre que aparece en el display de nuestro reproductor para asegurarnos que estamos escuchando el disco correcto. La voz, la amable y sólida voz de Finn, cubierta de polvo. "Impressions" es una canción buenísima y sorprendente. Avanza lentamente y se oyen ecos de banda sonora, de "Melody Nelson", de George Harrison y de referencias clásicas insalvables.

 

"Dizzy Heights" tiene una producción completamente inesperada. Puede que el mérito sea del productor con título en el disco, Dave Fridmann (The Flaming Lips o Tame Impala), o puede que un productor solvente e inspirado como el propio Neil Finn (Wilco) ande buscando un alibi para explorar nuevos espacios sonoros. En todo caso, el Fridmann que ha encontrado no es el denso productor de Tame Impala, si no el artífice de arreglos y canalizador de canciones. Este disco suena tan bien y está tan bien hecho que resulta humillante compararlo con muchos de sus contemporáneos. Esta producción es tan fina, profunda y gruesa como lo fue la colaboración de Danger Mouse con Daniele Luppi. Para alguien que en sus propias palabras gusta de hacer las cosas "con buen gusto, siempre es tentador" trabajar con un marrano sonoro como Dave Fridmann podría haber provocado un engendro. Nada más lejos de la realidad. El disco gana cuanto más extraño y la estructura pop de sus canciones aumenta su eficacia cuanta más textura la rodea.

 

En "Divebomber", la otra gran perla del disco, Finn habla de reproducir la sensación de caída libre y lo consigue llenando la canción de vacíos y el equivalente percutivo de una serie de arritmias. La exhilarante libertad del saltador antes de caer- cuando el golpe no existe y sólo notamos el aire bajo los pies y la sensación de absoluta conciencia. No se me ocurre mejor imagen para resumir a la perfección las intenciones de un disco tan osado como inesperado.

 

Vanessa Pellisa

Melómana acérrima desde muy jovencita (viajó al festival de Glanstonbury con sólo 15 añitos), Vanessa Pellisa ha colaborado regularmente con artículos de crítica musical y literaria en varias publicaciones (aB Magazine, Rockdelux, Qué Leer, La Vanguardia...) pero sobre todo es conocida por su trabajo en Go Mag, donde ha entrevistado a artistas de portada como Postal Service, Death Cab For Cutie, James Blake, The Shins, Belle And Sebastian, Badly Drawn Boy, Fleet Foxes, The xx o Tame Impala. Nació en Reus en 1979 y en 1998 fundó la distribuidora y discográfica Inane; ha trabajado en los sellos Houston Party y Barsuk Records de Seattle, ha sido mánager y promotora de conciertos y tiene pendiente publicar su primera novela.

 

vanessa@blisstopic.com