![]() |
MayorMoebiusNorma 8,9 |
Cualquier día es bueno para regresar a Moebius. Cualquier noche puede salir el sol y te puedes encontrar en el Desierto B, frente a las finas líneas del horizonte, bajo nubes que avanzan hacia ocasos alternativos, sobre senderos de polvo cubiertos de paradojas y pisadas y sombras dislocadas de otras realidades informes.
Los parámetros establecidos no se adecuan al universo de Jean Giraud. Por eso más nos vale no mirar fechas ni relojes, albergar cierta plasticidad mental, deshacernos de los yugos de la narrativa convencional y disponer nuestra apertura de miras más allá de lo concebible, si hemos de seguir el rastro de estas torsiones gráficas, sus debates metafísicos, la grave y ridícula trascendencia inconexa. El historietista francés paso más de dos décadas, entre 1997 y 2009, rellenando de trazos surrealistas estas páginas, pero no hay momento inadecuado para regresar sobre sus pasos de vanguardia improvisada, ni lugar inconveniente para acomodarse y entrar en su universo rupturista y desbocado, una plácida llamada a la locura fantasiosa y el desvarío lisérgico y templado.
Del fondo del "Garaje Hermético" amanecen estos trazos perdidos del genio, como una nueva invitación a prendernos de su inspiración asombrosa y embebernos de los fulgores y reflejos de sus relatos del subconsciente. Encerrado en su caja de fondo infinito, el Mayor Grubert se asoma a un mundo incoherente, en perpetua construcción, que desafía cualquier posibilidad onírica.
Moebius avanzó y retrocedió en este miasma creciente de ideas y sugerencias, desarrollando la historia de "Mayor" con el genio distraído y caprichoso de quien no sabe qué va a pasar a continuación, y así lo confiesa a sus lectores, que aceptan el juego y juegan, y gozan con las ocurrencias, a veces humorísticas, a veces insondables y taciturnas, del maestro de la ciencia-ficción filosófica e iconoclasta.
Este odisea introspectiva se enlaza con la metaficción de "Inside Moebius", y se convierte en otra de las múltiples puertas de entrada al universo de Giroud, una invitación tan pertinente como cualquier otra para conocer a un artista que siempre atravesó la cuarta pared de cada página, con tal de enlazar sus relatos subjetivos con su propia figura.
No hay sinopsis a la que acudir, o argumento que resumir. Tan solo te queda abandonarte en esta extensión árida y surrealista, carente de puntos cardinales o pequeñas referencias comprensibles; explayarte entre tan díscolo despliegue de grandilocuencia mundana y casual, y lograr que esas extensiones de psicocasetas repetidas hasta el infinito, visitas a oráculos sencillos pero enrevesados, entregas de llaves capaces de obrar conjunciones cuánticas, y viajes en pos de salvaguardar la estabilidad del núcleo, hagan verdadera y profunda mella en tu retina interior.
Porque no importa el tiempo, el lugar, o cualquier coordenada lógica en la que se ampare el sentido común. Lo único que importa es meter la cabeza bien dentro de este librito con cualidades de tótem, agradecer a la esotérica editorial que nos lo ha traído su finura por lograr llevar a cabo tan relevante misión, y acentuar la capacidad de abstracción a la enésima. Y aplaudir porque, cuando hace ya algún tiempo que la mayoría nos despedimos del maestro Giroud, tal vez todavía exista algún bendito despistado que lo esté descubriendo aquí; aquí mismo, en medio de la enroscada nada existencial del Desierto B.

Albert Fernández
En el desorden de los años, Albert Fernández ha escrito renglones torcidos en publicaciones como Mondo Sonoro, Guía del Ocio o Go Mag, tiempo en el que ha tenido oportunidad de ir de tapas con Frank Black o escuchar a Patrick Wolf bostezar por teléfono. Además, ha sido jefe de redacción de las secciones culturales de H Magazine, y ha aportado imaginación tras los micrófonos de Onda Cero, Cadena Ser y Scanner FM, donde facturó la sitcom musical de creación propia “2 Rooms”. Aunque sabe que no hay lugar mejor que aquel de donde viene, a Albert no le hubiera importado nacer en Gotham City o en el planeta Dagobah. Con tendencia a la hipérbole y a la imaginación desatada, Albert sigue buscando el acorde que dé la vuelta a sus días.
Lee lo útimo de Albert clicando aquí