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La Botiga de L'Anson

Última tarde con el botiguer performer

 

Laureano Debat

Fotos Roberto Ruiz

 

Cuando a Martí Anson le propusieron exponer en la sala de un museo se negó, dijo no le interesaba. Pero sí le tentaba formar parte de “Especies de espacios” y de generar algún dispositivo a partir del libro de George Perec. “Si yo pongo esta pieza en el MACBA no es tienda ni es nada, es una instalación. Por eso les dije que quería hacer una tienda, pero de verdad”, dice el artista sentado en un sofá estilo nórdico, fumando y rodeando todo el local con ambos brazos.


Es su último día como encargado de La Botiga de l’Anson”. Estamos en la calle Pallars 174, frente a una de las tantas chimeneas intactas de Poblenou y a un estrecho pasaje que desemboca en un bar donde hace 2 años compartí un cuscús con actores y público de “El paseo de Robert Walser” de Marc Caellas, una obra cuyo escenario eran estas mismas calles. Debe ser el barrio, con sus contrastes tan nítidos y tan magnéticos, el que se presta para la intervención de artistas que profundizan aún más esas contradicciones y que lo van tornando cada vez más cautivante e incierto.


Durante dos meses y medio, tres tardes por semana, esta tienda que en realidad es una obra de arte que parece una tienda, funcionó en esa sintonía. Entonces, a ese límite difuso entre realidad y ficción que implica la instalación de “La Botiga” se le sumó el cruce entre los diferentes públicos: la gente del barrio, que lo utilizaba como si fuese una tienda de muebles, que preguntaba por técnicas y diseño, que llegaba y se sentaba y se distendía; y el público del MACBA, que venía en procesión luego de ver las dos salas del museo y llegar hasta este apéndice exterior para no tocar nada, para venerarlo como obra de arte y limitarse sólo a contemplarlo.


“Cuando coges un local y haces una tienda, el proyecto juega dos lenguajes totalmente diferentes. Hay gente que se cree que es una tienda y después están los del mundo del arte que lo ven como una pieza artística. Pero las dos cosas funcionan al mismo tiempo”.

 

Anson siempre trabaja en este registro, en las fronteras de esta mixtura, tratando de poner en duda la ficción y la realidad, jugando a confundir ambas. Y el papel que juega él mismo, no sólo como el cerebro de sus creaciones sino como parte física de la obra, es fundamental. Ya lo hizo hace algunos años en el Arts Santa Mónica, construyendo un barco en vivo y en directo. Y vuelve ahora, como encargado de una tienda, a ser entidad de una de sus obras, en este caso recibiendo a la gente y dando información, como haría cualquier dependiente de cualquier tienda del mundo.



NO TOQUES BALIUS

Perec no sólo nos brinda la posibilidad de entender la vida como un acto creativo, un reto, una experiencia o una aventura incomparable, sino que también nos propone sistemas susceptibles de ser reapropiados para concebir, a partir de cuanto sugieren, una nueva jerarquía y otras formas de presentación en contextos distintos”, escribe Frederic Montornés, el comisario de la exposición del MACBA en la que se reúnen más de 50 obras que ponen en crisis nuestras nociones de espacios públicos y privados.

 

En esta frase sintetiza, también, el espíritu con que fue montado su apéndice, su correlato en esta botiga que puede ser lo que uno quiera que sea. El gris del invierno que viene con nosotros cuando traspasamos el portal, la humedad de la ciudad, el olor a óxido y a madera nueva, las cajas y tarros y tornillos y materiales en estanterías: todos mis sentidos me transportan a un recuerdo infantil del taller que mi tío tenía montado al costado de su casa. A medida que pasan los minutos el recuerdo se bifurca en otros tantos talleres de otros pueblos de invierno de provincia y, de pronto, aparecen los colores de los muebles y su diseño tan minimalista y pienso en alguna escena trágica y espesa de una serie policial psicológica de Nordic Noir. Semejantes imágenes inconexas logran convivir perfectamente dentro de “La Botiga de l’Anson”.

 

 

Balius es intocable en el Poblenou, porque es una ferretería histórica. Todos los locales Balius que han reabierto han mantenido el nombre. Y yo no lo sabía. Entonces, cuando colgué la foto de que ya teníamos local la gente empezó a pedirme: ¡No toques Balius! ¡No toques Balius!”, dice Martí Anson, con sonrisa pícara. Pero como el cartel original estaba muy deteriorado, decidieron fabricar uno nuevo manteniendo la tipografía original y dejándolo como obsequio para el imaginario del barrio. Quedará ahí en la fachada cuando “La Botiga” cierre y el viejo Balius espere paciente un nuevo destino.


Lo que se hizo, en resumen, fue montar una tienda dentro de otra tienda, sin tocar Balius. Y eso puede notarse a simple vista. Contra las cuatro paredes, lo que queda de la ferretería: el polvo y la resina, las estanterías altas y repletas de cacharros, latas y bujías. En el centro, los muebles nórdicos con sus colores y sus líneas rectas.

 

EL MOBILIARIO

Joaquim Anson, el padre de Martí, perteneció durante los años 60 a un movimiento colectivista en Mataró y su trabajo era fabricar muebles para la gente sin recursos. Pasó muchos años de su vida diseñando, construyendo y montando sofás, sillones, camas y todo lo que se pueda tener de mobiliario en una casa.

Muchos años después, su hijo inició un trabajo de investigación pensando en su obra de arte. Siempre creyó que se trataba de una iniciativa entre colegas y que con visitar a unas 20 o 30 familias le alcanzaría, pero llegó a contabilizar unos 180 pisos en los que había muebles fabricados por su padre. Muchos se acercaron a “La Botiga” con fotografías, así que el número se fue ampliando durante la exposición, haciendo que la obra sirva como un dispositivo para ampliarse a sí misma en otros escenarios, desde Barcelona hasta los lugares más recónditos del Maresme.

 

 

“No hay ningún mueble que sea igual al otro. Todas las familias los tienen diferentes. Del mismo modelo hay pequeñas variaciones que hacen que sean únicos. Por eso los muebles tienen el nombre de la familia que lo tenía”.

La investigación tomó muchos cursos: desde fotos de bodas y cumpleaños que le sirvieron para copiar los modelos y reconstruirlos hasta viajes a diferentes casas en los que ha podido ver algunas piezas en directo. “Hay muebles que antes tenían un carácter anónimo y que ahora por mi culpa tienen una identidad. ¿Y qué problema hay con esto? Que antes me los daban y ahora no me los dan. Cuando iba a ver una familia me decían sí, tenemos esos, si quieres te los llevas. Ahora me dicen sí, tengo esto pero no te lo doy”, dice Martí y vuelve reír.

 

Para la reconstrucción de los muebles utilizó fórmica porque el pino de Flandes (el material de las piezas originales) es muy caro y la idea era mantener el espíritu original: despojarlos de cualquier lujo, seguir haciendo muebles baratos. También se mantuvieron los colores originales: granate, azul, verde, blanco y negro. Y la desnudez ornamental de aquel momento, con tornillos a la vista y diseños horizontales y verticales, sin curvas ni nada que los volviera lujosos de producción.

 

 

Otra cosa que también lo motivó a Martí Anson a montar una tienda es la idea de que la propiedad desaparece y es todo producto de un trabajo colectivo: desde el diseño de la tienda a cargo de un arquitecto hasta las lámparas, telas, cuadros y fotos que rodean al mobiliario, todo perteneciente a diferentes artistas, firmas o colectivos de profesionales.

 

En unos meses, Martí Anson repetirá la experiencia en Bélgica. Hoy, “La Botiga de l’Anson” ha cerrado sus puertas y ya forma parte de los recuerdos del barrio. Los vecinos darán diferentes versiones de sus respectivas visitas por el local. Algunas irán por el lado de la realidad, otras serán ficción. Pero todas conviven en la memoria colectiva.

Laureano Debat

Periodista, escritor y blogger. Nacido en Argentina y radicado en Barcelona desde hace 6 años. Colabora con suplementos culturales, revistas y periódicos argentinos y españoles. Escribe crónica literaria en su blog personal www.barcelonainconclusa.com. Además de escribir sobre libros, exposiciones de arte, música y teatro, ha trabajado en periodismo científico, político, deportivo, de arquitectura, de tendencias, de derechos humanos y de todo lo que sea posible escribir en los límites de la hoja de una libreta de papel y en la virtualidad de un folio de Word. 

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